jueves, 4 de junio de 2009

Nunca es triste la verdad...

Esta tarde estaba dedicada a la engorrosa tarea de corregir exámenes.Se encontraban también en el Departamento tres compañeros más sometidos a la ardua tarea de la corrección.Todos en silencio y de vez en cuando un suspiro, un “bufido”, un “ por favor, qué burrada acabo de leer”, pero todo con el mismo empeño de leer páginas, puntuar, valorar y casi rezar para que lleguen al maldito 5. Cuando era adolescente estaba convencida de que los profesores corregían con mala idea, intentando buscar y encontrar todos los errores posibles para hundirte y que la objetividad brillaba por su ausencia.El gato que intentaba cazar al ratón.
Hoy, que me dedico a esto, comprendo lo absurdo de mi pensamiento. Si supieran los alumnos lo frustrante que es para un docente el corregir un examen y que esté suspenso. ¿Por qué? Porque es un suspenso para los dos, para el alumno y para el profesor, porque después de dos meses machacando una idea, un concepto, después de dos meses de lectura, de subrayado, de actividades, de pizarra y hasta de youtube para motivarte resulta que tú no has aprendido, por lo tanto, yo no te he enseñado. Puedo haber conseguido que asimiles algo, que comprendas, pero no he conseguido que estudies lo suficiente.
Pues allí estábamos todos, leyendo,releyendo, buscando a veces el sentido a contestaciones que son jeroglíficos o riéndonos de la aportación ingente a la antología del disparate que nos regalan de vez en cuando:
Primer folio, bueno voy a obviar que le pregunto por el siglo XVII y me está hablando del XVI, no,hijo no, La Celestina no la escribió Lope de Vega, es de un siglo antes, pero… ¿qué obra es El Pedro del hortelano?... Mi compañera levanta la cabeza, Dios mío ha escrito subgénero con “j” y no una vez, no es un lapsus, lo ha escrito cuatro veces!!! Bien, vamos a seguir y le echaremos paciencia. El de Historia se echa las manos a la cabeza porque le lían la monarquía con la República y el de Filosofía ya ni habla.
Nada, lo he intentado, pero no llegamos ( en plural, pues también me estoy evaluando a mí) a más de un 3. ¡Qué fracaso! Quedan quince días para no mandarnos a los dos a septiembre.
De repente, no sé a cuenta de qué, levanto la cabeza y me viene a la memoria una canción de Serrat que hace años que no escucho, con las siguientes palabras: nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Será el subsconciente.

Espero que no sea nuestro caso, nos dedicaremos esta semana a revisar el examen, a repasar y nos volveremos a ver a final de mes, deseo que esta vez, esta verdad tenga remedio.
Decido hacer un descanso. Busco la canción y la escucho. Menos mal, el siguiente examen que corrijo me devuelve la fe en mi vocación.
Mañana será otro día.

1 comentario:

Francisco Belaustegui dijo...

Bueno, rompiendo una lanza por los profesores, he de decir que una cosa es que no se sepa motivar a los alumnos y otra que la materia no sea fácil de tragar, que el alumno no esté predispuesto a ser enseñado, que la hora no acompañe, que no tengas suficentes medios, que las cuatrocientas mil actividades extraescolares que los padres imponen sean demasiado, que los padres no eduquen a sus hijos como debieran, y un sinfín de elementos del universo que uno no comprende, que hacen que te preguntes de vez en cuando si tú tienes algo de culpa.
Como me decía Coral, no todo está en nuestras manos.
¡Ánimo, superprofe!