miércoles, 21 de octubre de 2009

¡Glub!

Tras publicar la entrada anterior me quedo rumiando y pensando en el porqué de mi fascinación por el número dos, las cosas pares y la dualidad. Así que me dedico a tontear un rato por Internet, busco el significado del número dos y encuentro todo un tratado sobre las personas y los números. Por lo que se expone en cierto artículo bloguero las personas nos dividimos en persona 1, persona 2, persona 3…No consigo llegar a saber cuál es el método de clasificación ( si te propones buscarlo seguro que encuentras cómo nos clasificamos hasta por la forma de beber el vino, andar, hacer la cama y cepillarte los dientes). Así que directamente me voy a buscar la definición de la persona 2, que no sé si soy, pero como persigo el tema del par me topo con lo siguiente:

Aspectos positivos: serenidad, sociabilidad, cordialidad, generosidad con sus seres queridos, bondad, espíritu comunitario, afectividad, fidelidad, romanticismo.

Seguro que tengo que ser un 2, con tantas cosas positivas encantadoras…!!!

A ver, los aspectos negativos:

Envidia, falta de iniciativa personal, cobardía, celos, conformismo, hipocondría, monotonía, terror a la soledad, debilidad de carácter, timidez, paranoia…

¡GLUB! Ya no estoy tan segura de mi fascinación por los pares y el 2. Espero que no me lea ningún psiquiatra. ¡Vaya cuadro mental!

Nunca es tarde para cambiar de número. Como el 3 sigue sin gustarme, ya sabéis, eso de que tres ocupan mucho espacio, lo intentaré con el 1. Éste representa la fuerza y, como dijo el poeta en sus versos, donde cabe uno , caben dos:

No hay ausencia.
Tengo tanto de ti
en mi interior
que estando yo conmigo
tú estás siempre presente.


¿Y el 4? ¿ Qué tal el 4?...

jueves, 15 de octubre de 2009

Donde caben dos...¿caben tres?

La cancioncilla es pegadiza. En eso consiste una buena publicidad, que el producto llegue al cliente y se introduzca en su mente. Y ahí que te ves dirigiéndote a la cocina a saciar tu sed con un vaso de agua mientras que por el pasillo canturreas donde caben dos, caben tres…donde caben dos, caben tres…y en la ducha, regando las plantas del jardín, ante un aburrido montón apiñado de ropa por planchar ( que nunca disminuye, se reproduce por generación espontánea) y parada ante el semáforo en rojo que te concede veinte segundos de evasión.

Mas un día, sin ninguna razón aparente, te quedas pensando en el verdadero significado de esa retahíla de palabras. No en la intención comunicativa del publicista, son obvios esos argumentos apelativos para consumir en IKEA, sino en qué entendemos a nivel semántico: donde caben dos, caben tres… ¿caben tres?Imposible imaginar al trapecista del circo que, suspendido de su trapecio, espera en tensión la llegada de las manos y muñecas de su compañero o compañera para asirlo con fuerza y no dejarlo caer, y de improviso, tiene que sostener cuatro manos y el peso de dos cuerpos…El par de calcetines que una mañana se vea en la necesidad de abrigar tres pies…El ave que, deformada por el crecimiento de otro apéndice para volar, se ve obligada a remontar un vuelo imposible de dirigir, o el barquero que navega en su barquichuela con tres remos, de los cuales uno penderá eternamente huérfano sin mano que lo asa.

Definitivamente no, donde caben dos, no caben tres. Será porque soy devota de las cosas pares, como la canción de Mecano. En un rostro me fascina más la mirada de dos ojos que de tres, a qué engañarnos, y las caricias de dos manos me parecen más perfectas que las de tres ( demasiado sobeo). Unas tijeras, con sus dos simetrías, es la perfección de la mecánica, un antiguo disco de vinilo tiene dos caras A y B, el botón de muchos precisos aparatos se presenta con On u Off, básico y sencillo, para qué complicaciones, o estás o no estás, las hojas de los árboles tienen dos caras, el haz y el envés, la cara y la cruz de una moneda, la derecha y la izquierda, los dos perfiles de una cara, el perfil bueno y el malo, el perfil positivo y el negativo, mis alas de ángel bueno y de ángel caído… Bendita dualidad. A elegir, cielo o infierno, nada de las grises mezclas que refleja el purgatorio.

Y en una pareja, siempre dos (obvio, tres ya forman trío). Es imposible la presencia de un tercero. La entrada de otro obliga a dejar un espacio físico y espiritual. Es una ley física ya demostrada. Todo cuerpo ocupa un espacio (¿tres en el sofá?) y todo corazón ocupa un espacio en el corazón del otro. Y una de dos, o nos apretujamos mucho o, inevitablemente, alguien tiene que ir cediendo terreno en ese trocito creado para dos hasta que un día es consciente de que ha sido desterrado. Empujas o te empujan.
Así que respeto los tríos para los asiduos, pero, hasta cuando te ponen los cuernos y comienza el destierro, te ponen dos: ¡un buen par y basta! Tres estaría feo…

viernes, 9 de octubre de 2009

Las hablas andaluzas

Esta semana he tratado con mis alumnos de Bachillerato las variedades de la lengua. Entre ellas se encuentra la variedad diatópica,cuyas diferencias vienen dadas por el lugar de procedencia de los hablantes. Explicaba que la lengua española tiene en la actualidad más de cuatrocientos millones de hablantes en el mundo y que, irremediablemente, tienen que existir dialectos, entre ellos el dialecto andaluz o las denominadas hablas andaluzas.

Cuando más entusiasmados estábamos con el tema, escuché de una alumna la siguiente definición: el andaluz es el castellano mal hablado, nosotros hablamos mal.Como decimos por estas tierras, se me cayeron los palos del sombrajo.¿Cómo un andaluz, en este caso andaluza, puede pensar que hablamos mal? ¿Cómo han podido hacernos tanto daño aquellos que nos atacan riéndose de nuestro acento, de nuestra cultura ( o la falta de ella), de nuestra forma de vida? El maldito estereotipo.

Tras una defensa exacerbada de nuestras hablas y con un discurso en defensa de nuestra patria chica, sin dejar de sentirnos unidos a la patria grande, recordé un artículo que leí hace tiempo de un profesor de un instituto de Puerto Real.
Acabo de imprimirlo.Dentro de diez minutos tengo de nuevo clase con el grupo. Hoy toca lectura. Lectura de estas palabras. Cuando finalice la hora, lo dejaré colgado en el tablón del aula. Para que lo relean y se les quede grabado:


Los andaluces hablamos perfectamente, los andaluces pronunciamos correctamente todos los sonidos de nuestra lengua, los andaluces no confundimos fonemas alterando la pronunciación, los andaluces no somos personas incultas que no sabemos hablar.
Estas afirmaciones no tendrían cabida en ningún tipo de polémica ni dentro ni fuera de los límites de nuestra Andalucía, si no fuera porque hay personas, incluidas andaluzas, que no hemos sabido dignificar una forma de hablar con unas peculiaridades indudables de las que no tenemos en ningún caso que avergonzarnos.
Claro que no hablamos como las gentes de Valladolid o de Zamora, bueno... ¿ y qué? ¿ Quién les ha otorgado el privilegio de que sean ellos el modelo?
Aquí hemos desarrollado una forma de hablar como resultado de una evolución de siglos y de unas huellas históricas depositadas por las numerosas culturas que han ido conformando nuestra realidad. Sabemos, por ejemplo, que en el Senado Romano llamaban la atención los senadores procedentes de la Bética porque, algunos de ellos al menos, eran "ceceantes". Pero de la misma manera llamaban la atención cuando intervenían gentes de la Galia o de la Britania. Sus intervenciones nunca fueron denostadas por este motivo. Los romanos eran muy respetuosos con las costumbres de todos los pueblos.
Por otra parte, Andalucía es una región muy extensa, eso implica que no se habla igual en todas la zonas. Pero sí hay fenómenos lingüísticos que por la extensión de su práctica se pueden considerar más o menos generales, como el "ceceo", el "seseo", la aspiración de la "j", de la "h" y de las "s" finales de sílaba o de palabra, la abertura de vocales finales para indicar el plural, el "yeísmo", la suavización del fonema "ch", la supresión de consonantes intermedias por pura economía lingüística, la simplificación de palabras... Fenómenos que, igualmente, no son ajenos a otras lenguas como el inglés, el francés o el alemán.
Además, nuestras condiciones climáticas también influyen en nuestra manera de articular. Nuestro clima seco y caluroso condiciona, en parte, nuestra relajación a la hora de articular algunos sonidos que para pronunciarse con mayor rigidez necesitan una adecuada lubricación de los órganos articuladores. Me imagino las dificultades que sufrirían los soldados alemanes de Rommel en el desierto, en la campaña de África durante la II Guerra Mundial. ¿Cómo se puede hablar alemán en esas condiciones?
Aquí el problema es que, al parecer, no todos estamos convencidos de la tarea de dignificar lo nuestro y sacarlo del desprestigio social en que, a veces, nosotros mismos lo hemos sumergido. Es patético observar cómo locutores y presentadores de medios de comunicación, sobre todo locales, se esfuerzan por aparentar un "castellano perfecto", pero en cuanto se relajan un momento les sale la vena andaluza.
Hablemos andaluz sin complejos y que nadie nos dé lecciones, que los andaluces llevamos siglos dando al mundo lecciones de filosofía, astronomía, física, medicina, agricultura, aritmética, gramática, literatura, música, navegación, aquitectura, danza... y, sobre todo, de amabilidad, sensibilidad y humanidad.