viernes, 9 de octubre de 2009

Las hablas andaluzas

Esta semana he tratado con mis alumnos de Bachillerato las variedades de la lengua. Entre ellas se encuentra la variedad diatópica,cuyas diferencias vienen dadas por el lugar de procedencia de los hablantes. Explicaba que la lengua española tiene en la actualidad más de cuatrocientos millones de hablantes en el mundo y que, irremediablemente, tienen que existir dialectos, entre ellos el dialecto andaluz o las denominadas hablas andaluzas.

Cuando más entusiasmados estábamos con el tema, escuché de una alumna la siguiente definición: el andaluz es el castellano mal hablado, nosotros hablamos mal.Como decimos por estas tierras, se me cayeron los palos del sombrajo.¿Cómo un andaluz, en este caso andaluza, puede pensar que hablamos mal? ¿Cómo han podido hacernos tanto daño aquellos que nos atacan riéndose de nuestro acento, de nuestra cultura ( o la falta de ella), de nuestra forma de vida? El maldito estereotipo.

Tras una defensa exacerbada de nuestras hablas y con un discurso en defensa de nuestra patria chica, sin dejar de sentirnos unidos a la patria grande, recordé un artículo que leí hace tiempo de un profesor de un instituto de Puerto Real.
Acabo de imprimirlo.Dentro de diez minutos tengo de nuevo clase con el grupo. Hoy toca lectura. Lectura de estas palabras. Cuando finalice la hora, lo dejaré colgado en el tablón del aula. Para que lo relean y se les quede grabado:


Los andaluces hablamos perfectamente, los andaluces pronunciamos correctamente todos los sonidos de nuestra lengua, los andaluces no confundimos fonemas alterando la pronunciación, los andaluces no somos personas incultas que no sabemos hablar.
Estas afirmaciones no tendrían cabida en ningún tipo de polémica ni dentro ni fuera de los límites de nuestra Andalucía, si no fuera porque hay personas, incluidas andaluzas, que no hemos sabido dignificar una forma de hablar con unas peculiaridades indudables de las que no tenemos en ningún caso que avergonzarnos.
Claro que no hablamos como las gentes de Valladolid o de Zamora, bueno... ¿ y qué? ¿ Quién les ha otorgado el privilegio de que sean ellos el modelo?
Aquí hemos desarrollado una forma de hablar como resultado de una evolución de siglos y de unas huellas históricas depositadas por las numerosas culturas que han ido conformando nuestra realidad. Sabemos, por ejemplo, que en el Senado Romano llamaban la atención los senadores procedentes de la Bética porque, algunos de ellos al menos, eran "ceceantes". Pero de la misma manera llamaban la atención cuando intervenían gentes de la Galia o de la Britania. Sus intervenciones nunca fueron denostadas por este motivo. Los romanos eran muy respetuosos con las costumbres de todos los pueblos.
Por otra parte, Andalucía es una región muy extensa, eso implica que no se habla igual en todas la zonas. Pero sí hay fenómenos lingüísticos que por la extensión de su práctica se pueden considerar más o menos generales, como el "ceceo", el "seseo", la aspiración de la "j", de la "h" y de las "s" finales de sílaba o de palabra, la abertura de vocales finales para indicar el plural, el "yeísmo", la suavización del fonema "ch", la supresión de consonantes intermedias por pura economía lingüística, la simplificación de palabras... Fenómenos que, igualmente, no son ajenos a otras lenguas como el inglés, el francés o el alemán.
Además, nuestras condiciones climáticas también influyen en nuestra manera de articular. Nuestro clima seco y caluroso condiciona, en parte, nuestra relajación a la hora de articular algunos sonidos que para pronunciarse con mayor rigidez necesitan una adecuada lubricación de los órganos articuladores. Me imagino las dificultades que sufrirían los soldados alemanes de Rommel en el desierto, en la campaña de África durante la II Guerra Mundial. ¿Cómo se puede hablar alemán en esas condiciones?
Aquí el problema es que, al parecer, no todos estamos convencidos de la tarea de dignificar lo nuestro y sacarlo del desprestigio social en que, a veces, nosotros mismos lo hemos sumergido. Es patético observar cómo locutores y presentadores de medios de comunicación, sobre todo locales, se esfuerzan por aparentar un "castellano perfecto", pero en cuanto se relajan un momento les sale la vena andaluza.
Hablemos andaluz sin complejos y que nadie nos dé lecciones, que los andaluces llevamos siglos dando al mundo lecciones de filosofía, astronomía, física, medicina, agricultura, aritmética, gramática, literatura, música, navegación, aquitectura, danza... y, sobre todo, de amabilidad, sensibilidad y humanidad.

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