sábado, 24 de agosto de 2013

Exilio


Después de este exilio voluntario ( o involuntario?), tiempo de final de otro curso ( para los profes los cursos terminan en septiembre), tiempo caótico  que anula los proyectos más encomiables relacionados con la lectura y la escritura, vuelvo a retomar las teclas y a ser consciente de que las pocas neuronas que me quedan  se encuentran todavía de vacaciones, mezcladas con el sol, el tinto de verano, los kilómetros recorridos  y las pocas ganas de hacer algo. Pero ya es el tiempo de ir volviendo a la realidad, poco a poco, desperezándome con lentitud y dando gracias por todo lo que se tiene, por el tiempo de descanso y por tener un sitio al que volver. 
Seguiremos disfrutando de los atardeceres que quedan antes del otoño y de las lecturas atrasadas repartidas por toda la casa.

domingo, 9 de junio de 2013

Todas las cartas de amor son ridículas


         Fernando Pessoa  ( Lisboa, verano 2012)

Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.

También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas. 

Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas. 

Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son
ridículas. 

Quién me diera el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas. 

La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son
ridículos. 

(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas).

martes, 21 de mayo de 2013

Metamorfosis


Úrsula se creía feliz. Siempre había obedecido a la autoridad social sin cometer ninguna locura, alineada por la máquina apisonadora de siglos de tradición. La autoridad parental se impuso en su hogar y en su vida y siempre obediente nunca dio un disgusto a sus padres. Aun siendo la mayor de los hermanos, la autoridad fraternal también hizo estragos en su personalidad y acataba, con una sonrisa y sin rechistar, los deseos tiranos de los demás. Tampoco fue nunca líder entre los amigos y menos se hizo notar ante la autoridad académica. Ni que decir tiene que en el plano laboral, aunque sus ideas creativas eran estudiadas con satisfacción, tampoco despuntó en las protestas por mejorar las condiciones salariales de aquellos años de lucha.




Y así se encontró un día, ya rozados los cincuenta y sin rumbo, perdida. Recordó una lectura de su veinte años, La metamorfosis, en la que el protagonista, Gregor Samsa, se levanta un amanecer convertido en insecto. Entonces no pudo extraerle todo su significado. Hizo falta que transcurrieran cerca de tres décadas para entender aquella simbología, el hombre aplastado por la sociedad, la familia, las normas morales, que se levanta un día anulado por todos, hasta por sí mismo. Y el final, la muerte metafórica del insecto, abandonado por todos.


Y Úrsula decidió que NO y a la mañana siguiente se lacó las uñas de un rojo intenso que le trastocó el alma por la novedad, pero su padre la obligó a borrarlo de sus uñas porque era un color de prostitutas; otra tarde se tiñó el cabello de un rubio platino juvenil que le hizo casi saltar por las aceras, sin embargo, su jefe le llamó la atención por su falta de elegancia en un trabajo como el suyo, atendiendo al público, y esa tarde volvió a su eterno color café con leche descafeinado; y soñó durante días con visitar las antiguas ruinas griegas el próximo estío , hasta que descubrió la cuenta bancaria embargada por una multa de circulación, más el pago de dos recibos de impuestos y uno de luz. En otro intento, cambió su viejo coche por una bicicleta con una cesta de mimbre azul llena de flores, que nunca llegó a estrenar porque la visita semanal a sus padres, algunas compras de última hora, la cita médica, el café obligado con la hermana, la recogida de algún sobrino de la guardería y de la ropa de la tintorería, las clases de inglés dos veces a la semana obligatorias de su empresa, y un largo etcétera de obligaciones insulsas diarias le robaban el tiempo para pasear en ella, y se vio tomando el metro, asfixiada entre una multitud de insectos que se dirigían o volvían del trabajo.

Y una noche pegó su frente sobre el cristal de su dormitorio mientras observaba las luces que titilaban a lo lejos, en la gran ciudad. Y soñó con un pequeño jardín, el mar, la arena, y una exposición de pinturas; con una pulsera de cuero, un concierto de verano, un paseo por el parque, una copa con amigos hasta el amanecer, volver descalza a casa…; y siguió soñando con una noche de rayos, zambullirse en el agua del mar de enero, con recoger castañas en otoño, y con un beso viscoso que le lamiera el ombligo; con aprender a bailar el tango, y leer mientras escucha jazz, comer palomitas ante su mejor película de amor y llamar al teléfono del tarot televisivo  para reírse de sus predicciones. Soñó con una blusa larga y una falda corta, con tacones de vampiresa y chanclas doradas de sirenas, con una fiesta de espuma y un concierto de violoncelo y con todos su caprichos y todos sus contrarios.

Y soñó  muchas noches con su frente unida al  helado cristal.
Y un amanecer, halló sus alas frágiles retorcidas entre las sábanas.


miércoles, 15 de mayo de 2013

Intuición femenina



Rumbo a la tienda donde trabajaba como vendedor, un joven pasaba todos los días por delante de una casa en cuyo balcón una mujer bellísima leía un libro. La mujer jamás le dedicó una mirada. Cierta vez el joven oyó en la tienda a dos clientes que hablaban de aquella mujer. Decían que vivía sola, que era muy rica y que guardaba grandes sumas de dinero en su casa, aparte de las joyas y de la platería. Una noche el joven, armado de ganzúa y de una linterna sorda, se introdujo sigilosamente en la casa de la mujer. La mujer despertó, empezó a gritar y el joven se vio en la penosa necesidad de matarla. Huyó sin haber podido robar ni un alfiler, pero con el consuelo de que la policía no descubriría al autor del crimen. A la mañana siguiente, al entrar en la tienda, la policía lo detuvo. Azorado por la increíble sagacidad policial, confesó todo. Después se enteraría de que la mujer llevaba un diario íntimo en el que había escrito que el joven vendedor de la tienda de la esquina, buen mozo y de ojos verdes, era su amante y que esa noche la visitaría.

                                                                                                                                                        Marco Denevi

jueves, 9 de mayo de 2013

Escrache


Si alguien se molesta en buscar en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua española la palabra tan moderna y original, que se ha extendido como la espuma en un santiamén, se encontrará que no está recogida como sustantivo en él. Está recogida la voz escrachar:

1. tr. coloq. Arg. y Ur. Romper, destruir, aplastar

Ese es el significado que recoge nuestro tesoro de la lengua: romper, destruir, aplastar y su uso es coloquial en Argentina y Uruguay. La que escribe nunca había oído, escrito ni utilizado dicha palabreja, mas voila, a un visionario lingüístico se le ocurre que entre tanto ruido de huelgas, caceroladas, pancartas de protesta y banderas , quedará muy bien el uso de un sustantivo nuevo que nos traiga un aire más cosmopolita y moderno: el *escrache. Y ahí nos vemos en unas semanas hablando de un *escrache por aquí o de otro *escrache por allá. Y ya veo al presidente de la Academia convocando raudamente a todas las letras mayúsculas y minúsculas de los sillones para incluir esta nueva voz en nuestro diccionario, porque a alguien, en una redacción de un diario o en un programa televisivo, se le ocurrió hablar de *escrache y nadie se molestó en indicarle que el uso de ese término no era adecuado porque no existe en nuestra lengua.

Ahora bien, en dos días quedó muy claro que aunque el término escrachar signifique lo que ustedes han leído anteriormente, aquí significa solo que te colocas, con mucha tranquilidad y educación delante de la casa de un político y, de vez en cuando, inflas el matasuegras y emites un ruidito de protesta. Nada más…

Este país, con solo romper, destruir y aplastar a su propia lengua ya tiene bastante.



martes, 7 de mayo de 2013

Instrucciones-ejemplos sobre la forma de tener miedo

En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere.



En la plaza del Quirinal, en Roma, hay un punto que conocían los iniciados hasta el siglo XIX, y desde el cual, con luna llena, se ven moverse lentamente las estatuas de los Dióscuros que luchan con sus caballos encabritados.

En Amalfí, al terminar la zona costanera, hay un malecón que entra en el mar y la noche. Se oye ladrar a un perro más allá de la última farola.

Un señor está extendiendo pasta dentrífica en el cepillo. De pronto ve, acostada de espaldas, una diminuta imagen de mujer, de coral o quizá de miga de pan pintada.
Al abrir el ropero para sacar una camisa, cae un viejo almanaque que se deshace, se deshoja, cubre la ropa blanca con miles de sucias mariposas de papel.

Se sabe de un viajante de comercio a quien le empezó a doler la muñeca izquierda, justamente debajo del reloj de pulsera. Al arrancarse el reloj, saltó la sangre: la herida mostraba la huella de unos dientes muy finos.


El médico termina de examinarnos y nos tranquiliza. Su voz grave y cordial precede los medicamentos cuya receta escribe ahora, sentado ante su mesa. De cuando en cuando alza la cabeza y sonríe, alentándonos. No es de cuidado, en una semana estaremos bien. Nos arrellanamos en nuestro sillón, felices, y miramos distraídamente en torno. De pronto, en la penumbra debajo de la mesa vemos las piernas del médico. Se ha subido los pantalones hasta los muslos, y tiene medias de mujer.

Historias de Cronopios y de famas, Julio Cortázar





domingo, 7 de abril de 2013

Espejos


Mi carnicero es un tipo con clase. No es mío, aunque escriba el posesivo, pero sigue siendo un tipo con   clase. Elegante en sus gestos, vestido de negro y con delantal de igual color, emana empaque. Es educado, correcto y tiene un producto excelente. Mientras este fin de semana lo veía cortar la magra carne con gestos monótonos me quedé pensando en la gente que hace bien su trabajo, que ofrece un buen servicio a los demás y que se cruzan a diario en nuestro camino. Y el hilo de mi pensamiento me llevó al relator de historias del que hemos podido disfrutar esta semana, Pepe Maestro, juglar moderno, a más señas gaditano y guasón , que hizo las delicias del público con su Cuento de la Q o las aventuras de la vaca Alfonsina. Era todo palabras y gestos, comunicación y darse por entero, porque realiza bien su trabajo. Y seguí hacia Javier, joven poeta, con numerosos premios literarios, que un día está dando una conferencia, o leyendo en el Instituto Cervantes, o haciendo malabarismos para sacar tiempo para escribir sus artículos o su última novela, y su trabajo me parece maravilloso porque no alimenta nuestras necesidades físicas sino las que envuelven el pensamiento y los sentimientos, poniendo toda su alma en cultivar la nuestra. Y he tenido la suerte de que se cruce en los días monótonos y me ofrezca un maravilloso y divertido proyecto que, si se consigue, nos permitirá hacer malabarismos literarios y nos amenazará con benditos quebraderos de cabeza elevados al cubo, no obstante confío en su quehacer porque él sabe hacer las cosas bien. Y de él salté a Dani, al que escucho desde mi silla impartir una clase de filosodía que resucitaría a un muerto, con un ímpetu y una motivación increíbles, y que me regala sus relatos para una primera lectura antes de que su proyecto de publicarlos se haga realidad y el hilo de la esctritura me llevó a  una persona a la que aprecio mucho y está luchando contra una enfermedad devastadora, con ánimo, con paciencia y con ganas. Él me ha enseñado, nos ha enseñado, lo que es entregarse por entero a los proyectos, con ilusión, responsabilidad   y valentía. En momentos ha sido duro e inflexible para que aprendamos también la importancia de un no en el instante adecuado…

Y sigo mirando las manos de mi carnicero, el elegante, que me pregunta si deseo algo más. “No, nada más, gracias” contesto pensando que solo deseo más gente anónima que sepa hacer bien su trabajo, que viva al doscientos por cien gracias a sus ilusiones y que sean un ejemplo aunque su desempeño consista en seccionar un trozo de ternera. Eso sí, con elegancia y empaque.

domingo, 31 de marzo de 2013

Perdí


No solo te perdí a ti.
Perdí los olores conocidos y los sabores monótonos.
Perdí los recuerdos comunes y los recuerdos infantiles susurrados.
Perdí tu visión de mí y con ello parte de lo que fui.
Perdí la misma música callada  y el mismo compás descompasado.
Perdí las tardes de siesta y la onza de chocolate en el sofá.
Perdí los proyectos futuros y las ilusiones ilusas.
Perdí la complicidad y la mano segura que asía.
Perdí la minúscula mancha de óxido en el filo de la bañera y el goteo del grifo que nunca arreglé.
Perdí el hombro que cargaba y la curva de tu cuello en la suavidad de la noche.
Perdí las mismas sonrisas ante situaciones ridículas y las caricias lánguidas.
Perdí el ayer y parte del hoy. Porque mi hoy hubiese sido distinto proyectado en tu espejo.
Perdí lo que fui reflejado en tu mirada, el reflejo que me completaba como ser.
Perdí el aire de alrededor y las ganas de respirar.
Perdí.
Y no solo te perdí a ti.
Porque yo era yo, más el yo que era contigo.
Llegados a este punto descubro…,
que también me perdí a mí.



sábado, 30 de marzo de 2013

Los nadies


Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba. 

Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada. 

Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: 

Que no son, aunque sean. 

Que no hablan idiomas, sino dialectos. 

Que no profesan religiones, sino supersticiones. 

Que no hacen arte, sino artesanía. 

Que no practican cultura, sino folklore. 

Que no son seres humanos, sino recursos humanos. 

Que no tienen cara, sino brazos. 

Que no tienen nombre, sino número. 

Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. 

Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.
 
Eduardo Galeano

 

lunes, 4 de marzo de 2013

En secano



No es por no tener temas sobre los que escribir, con la que está cayendo, todos los días florecen asuntos en esta tierra bendita que habitamos que no tienen desperdicio. La economía, el paro, los desfalcos, la corrupción política, los famosos, el rey y su mala pata, la carne de caballo, el Barcelona que pierde, los catalanes y su espíritu separatista, Bárcenas y Cospedal, Rubalcaba y su "liderazgo", los sueldos "raquíticos" de los sindicatos, los recortes en Sanidad y en Educación, y bla, bla, bla...bla, bla, bla...bla, bla, bla. La cosecha es tremenda y, tras veinte minutos de noticias, entra una apatía  tremenda.
He creado un blog nuevo para mis alumnos de Literatura Universal, Ítaca nos espera, y me está llevando un tiempo considerable alimentarlo con todo lo que necesitan para aprobar el área y presentarse a las PAU este próximo mes de junio, así que el deber antes que el placer, aunque tengo que confesar que estoy disfrutando mucho con el blog universalmente literario.
Y aunque no tengo mucho tiempo para compartir ideas a través de esta ventana, sí dejo un pensamiento: llueve y mucho ( no me refiero al tiempo atmosférico), y además sobre mojado, no obstante,  tenemos también el  refrán " al mal tiempo, buena cara".
Es hora de aplicarlo.
Ya saldremos de esta.
 
 
 

jueves, 21 de febrero de 2013

Cuentitis













Sé todos los cuentos


Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan solo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
 y que el miedo del hombre…,
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
 pero me han dormido con todos los cuentos…,
 y sé todos los cuentos.
                                          León Felipe


lunes, 18 de febrero de 2013

Literatura literaria


 
Siempre me han gustado los libros. Las hojas, mejor cuanto más rugosas, el negro sobre el blanco, la pelea de letras encorsetadas en una página, el olor a nuevo, la impaciencia antes de comenzarlo, el avance lento por cada página, el adelantarme algunas para conocer más y el reposo final en una estantería.

A todas las sensaciones anteriores tengo que sumar la de los títulos. Estos son la avanzadilla; un título acertado es la red en la que caemos para elegir un libro, el primer elixir que embriaga, la primera miel que endulza la lectura. Un título perfecto es ya la historia, la cierra y la mejora.

Cuánto dicen títulos como Pídeme lo que quieras, Misión olvido o El tango de la guardia vieja. Con el nombre propio de los libros publicados en los dos últimos años se puede hasta escribir una historia:

El cielo a medio hacer cubría Una tienda en París. Frente a su escaparate, me encontraba a la Intemperie, abstraído, pensando en La vida imaginaria. Llegaste tarde y me llamaste la atención por haber faltado a Las cenas de los martes, y tras escuchar tu interminable perorata de quince minutos fui consciente de Las ventajas de ser marginado. Prefería mil veces vagar solo, acompañado de El susurro de la caracola e imaginarme Los ojos amarillos de los cocodrilos que tener que sufrir la compañía de tus insoportables vecinos. Me perdonaste con esa mirada tuya que da calor a El invierno del mundo, no sin antes amonestarme con un < Que sea la última vez>. Te invité a tomar algo en La casa del viento, y como El amor huele a café me oí susurrarte Si tú me dices ven, lo dejo todo, pero dime ven. Nunca se me han dado demasiado bien Los enamoramientos y con La falsa sonrisa que te caracteriza me respondiste <Me encontrarás en el fin del mundo>. Y así me quedé, con tu último recuerdo En un rincón del alma.
 
 

jueves, 14 de febrero de 2013

Hay fechas que matan...


Aunque al escucharla parezca una canción de amor es un canto fúnebre a la muerte de un amigo. Hoy se cumple un triste aniversario.
Para ti, mi  amor eterno. Te quiero




viernes, 1 de febrero de 2013

Boca preposicional





A tu boca…, con avidez.

Ante tu boca…, la espera de la mía.

Bajo tu boca…, con pasión.

Con tu boca…, siempre de compañera.

Contra tu boca…, la fuerza débil.

De tu boca…, siempre la verdad.

Desde tu boca…, la palabra exacta.

En tu boca…,l a sonrisa eterna.

Entre tu boca… , y la mía...

Hacia tu boca… , mis labios expectantes.

Hasta tu boca…, la distancia perfecta.

Para tu boca…, mil besos encendidos.

Por tu boca…, la guerra ganada.

Según tu boca…, formamos el círculo perfecto.

Sin tu boca…, la oscuridad y el olvido.

Sobre tu boca…, mis suspiros confundidos.

Tras tu boca…, más de un  par de ojos perseguidores.



domingo, 20 de enero de 2013

Aquellos días azules de mi infancia


La única patria que tiene el hombre es la infancia (Rilke).

Tengo que estar haciéndome vieja según Benedetti y su cita  en la que declaraba que la infancia es un privilegio de la vejez y en esta etapa es cuando con más claridad se recuerda. No sé por qué llevo unos días pensando en mi infancia y en momentos de ella que echo de menos.

Echo de menos la mano de mi padre, tibia, agradable que agarraba siempre cuando nos sentábamos en el sofá o cuando caminábamos por la calle, gesto que he seguido realizando hasta su muerte; los  “migotes” para desayunar con agua caliente, leche condensada y el pan partido en cachitos; el baño que me daba mi madre y, tras secarme, me iba vistiendo mientras ella recitaba una oración cual letanía… “ bendito y alabado”, yo contestaba “sea”, “ el Santísimo Sacramento”, “ del altar”, y en cada grupo de palabras iba introduciendo una pierna, la otra, un bracito, el otro…; la hora de la comida en la que todos sentados a la mesa íbamos contando las anécdotas de la mañana  que mi padre adornaba con sus chascarrillos, y cuando el tema era enconado siempre echaba mano de una estadística ante la risa general; aquellos días de playa eternos y la alegría de ver a mis padres bajando la escalerilla a su vuelta del trabajo, señal de que el baño estaba próximo; las tardes de playa en la orilla jugando al puntillón tras una excursión a las rocas que eran el  límite de la más osada aventura junto con el paseo hasta los fortines; las Nochebuenas familiares con primos y tíos en las que nos reuníamos más de cuarenta personas ruidosas; el cubre almohada que me ponía de falda con cola de princesa y me arrastraba, bien enana tenía que ser; todos los perrillos que tuvimos y que hacían nuestras delicias; las visitas a mi abuela  paterna a aquella casa enorme y antigua que era todo un misterio, con alcobas cerradas que guardaban fabulosos secretos y mientras papá charlaba con ella la de kilos de café que le dejábamos molido con aquello molinillo antiguo  de  manivela, tras esto, las tostadas en La Mallorquina y la mano de la abuela diciéndonos adiós desde la puerta de la iglesia; aquel primer “Patoso” de los Reyes Magos que gateaba, ¡ un muñeco que se movía!; las tardes de Exin castillo montando y desmontando torres ( creo que nunca llegamos a montar un castillo al completo); los cacharritos de la feria a los que nos llevaban por la mañana para que ya no diéramos la lata durante el día y los concursos de sevillanas; las fotos que nos tomaba mi padre todos los domingos, arregladitos  los cuatro y cogidos de la mano en orden de mayor a menor…

Chesterton escribió “lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa es en ella una maravilla” y si has tenido la suerte de tener una infancia feliz, es cierto que un instante que rememores es entrañable, a veces nostálgico, pero todos quedan grabados como surcos de arado que demuestran que has vivido y que, como en estos minutos que escribo, afloran como pañuelos de colores, anudados unos con otros, de los que tiras y no tienen final.