miércoles, 24 de febrero de 2010

Cerradura


Momento mágico. Sólo se siente y escucha el silencio. No hay aire, ni viento, ni brisa, ni ruido. Nadie a tu alrededor, ni seres, ni mundo, ni palabras. Soledad. Te inclinas a mirar. Un diminuto orificio por el que traspasa la luz. Y, de repente, tú también te vuelves diminuto, segundo a segundo. Y ya no tienes algo más de cuatro décadas a tus espaldas que pesan casi como un siglo; sientes la curiosidad de tus cuatro o cinco años. Y te vas inclinando suave y lentamente, como el que teme que un movimiento inadecuado rompa la magia del momento. Tu ojo va por delante, a la vanguardia, promete enviar la información a los sentidos lo antes posible, pero desea llegar el primero a aquel orificio de luz que tantos secretos esconde: la otra parte, lo de más allá, lo desconocido. Apoyas tu mentón sobre la puerta y la pupila se pone en alerta.

Y ahí está…


lunes, 22 de febrero de 2010

Por favor...









ORACIÓN PARA QUE DEJE DE LLOVER

Hace días que no cesa la lluvia, Señor.
La tierra está húmeda y ya huele a podrido
la nueva sementera.
El perro duerme
y gruñe entre sueños, y, a veces, ladra de noche.
Señor, la tierra es fértil y gasté en abonarla
y sudaron en ella mi mujer y los hijos:
si se pierde lo sembrado, no habrá
fiesta de cosecha, ni pagaremos diezmos a tu cura.
Alguna vez pasaste por mi campo:
de seguro te habrás robado alguna espiga:
Yo te daré, Señor, la mitad de lo que cojamos,
pero haz que deje de caer el agua,
danos sol un día solamente a la semana y déjanos vivir.
Así sea.

Cesar Dávila Torres
(1932- )

viernes, 19 de febrero de 2010

Gracias...


Por esos cinco mil “clicks” en el ratón del ordenador que han permitido que durante este año entrarais en mi particular ventana al mundo. Gracias a los seguidores diarios, a los que entráis asiduamente, a los que llegaron por despiste y a los anónimos que ,desde tantos lugares, habéis querido compartir desde la distancia palabras que unen.
Cinco mil gracias.

viernes, 12 de febrero de 2010

No te fíes

No toda la poesía es clásica...



.....Te quejas a menudo —y te pones
bastante pesadita, dicho sea
de paso, no te ofendas— porque dices
que mis versos te quieren más que yo.

.....Bueno, bueno. Podría replicarte, pero, ¡huy!,
te conozco de sobra, no me oírias,
así que bueno, vale, O. K., d'accord.
Y no es por defenderme, pero, vaya,
al menos, digo yo, si estás de acuerdo,
podríamos discutirlo, ¿te parece?

.....Porque, vamos, ¿qué hacen ellos por ti?,
eso, ¿qué hacen? ¿Te acompañan? ¿Van
contigo al cine, de paseo? ¿En bici?
¿Te escuchan cuando estás que bla, bla, bla?
¿Te llaman, cada día —repitopitopito:
cada día (que menuda factura)—
por teléfono? ¿Eh?

.....Ten cuidado, so ilusa. No te fíes
ni un verso. Mira que ellos
—después no vengas con que no te aviso—,
ellos te quieren, sólo, de palabra.

[Abel Feu, Feu de erratas, Renacimiento,
Sevilla, 1997, pp 58-59]

lunes, 8 de febrero de 2010

Cadenas

Hoy he vuelto a verte sentado en el último peldaño de la escalera, oliendo mi cuello antes de aquel viaje; abriendo la puerta de la calle casi creí que ibas a estar detrás de ella, a punto de abrazarme para decirme qué bien olía; conduciendo el coche he podido ver de nuevo tus ojos disimulando sobre mi escote y tu sonrisa enredada en el dobladillo de mi falda, que intentabas subir más con la mente que con las manos. Y de nuevo no me has dejado bajarme del coche, entre risas, a comprar tabaco porque mi vestido, según tú, era muy corto. Y delante del ordenador he esperado ver aparecer el mensaje que me indicaba que estabas conectado como entonces, aunque ni yo misma estaba conectada. Y el termómetro marcaba 35º, y era la piel de un color bronce tras la tarde de arena y sal, y me he pasado media tarde al sol, sentada en el escalón de la entrada de casa, con un refresco en la mano…

Pero es febrero y llueve.

Y en mi rutina invernal sólo ha habido un gesto intruso y cambiante. He vuelto a usar ese perfume que hacía tiempo no utilizaba. Una fragancia más fresca que la habitual. Y ha sido un día extraño, como si hubiese conseguido introducir miles de sensaciones en el hueco de las palmas de las manos. ¿Qué mecanismos se ponen en funcionamiento en la mente para desencadenar esa fila de recuerdos sólo por un olor superficial, que se queda a ras de piel y que, sin embargo, se introduce hasta las entrañas del cerebro como saeta?

Malditas cadenas; no las que traen los demás para atarte, sino las tuyas, aquellas que arrastras con gruesos grilletes y que hoy han chirriado más que nunca, por su lejanía, por la nostalgia, porque me niego a perder eso…

... pero es febrero y llueve.

viernes, 5 de febrero de 2010

Orto...disgrafía

Me había levantado sin prisas y decidí desayunar con mi hija en la calle antes de que el implacable reloj parase su manecilla en las nueve, avisando de que era hora de la jornada diaria, larga jornada. Una acción insignificante y cotidiana, pero que llenaba de sentido esos mensajes de correo que recibimos invitándonos a disfrutar de los pequeños y breves placeres cotidianos.

Disfrutando de un agradable desayuno, tomo el diario local, que se edita todas las semanas y ojeo con rapidez las noticias. Un artículo de opinión me hace detenerme. La ortografía hoy en día es su título. Obviamente dediqué unos minutos a su lectura. Algo flojillo , no aportaba nada nuevo, no arrojaba ninguna luz al problema que se va asentando en nuestra sociedad en general y , en particular, entre nuestros jóvenes y no tan jóvenes.

Según el articulista, los errores ortográficos y en la expresión escrita de nuestros niños se debe a “ unos padres excesivamente descuidados en la educación de sus hijos, unos jóvenes que no dedican tiempo a la lectura … y unos maestros que no siempre emplean una didáctica eficaz”.
Conozco a padres muy implicados en la educación de sus hijos y éstos tienen faltas, chavales que dedican mucho tiempo a la lectura y tienen faltas y maestros que dedican muchísimo esfuerzo a corregir los errores y , lo que es mejor, a prevenirlos y sus alumnos siguen teniendo faltas. Obviamente, de todo hay en la viña del Señor.

El articulista menciona también el daño que hacen los mensajes a través del ordenador y de los móviles. Mis alumnos se ríen cuando les digo que yo escribo todos los mensajes de móviles con corrección, con signos de exclamación y respetando los signos de puntuación.¡ Se descojonan! Normal, ellos escriben para transmitir lo máximo con los caracteres mínimos y con la intención de que sea lo más barato posible. A mí me revientan las órbitas de los ojos cuando me llega un mensaje escrito de esa forma, soy incapaz de leerlo y me desagrada.

Todo esto es para contaros mi sorpresa cuando, a escasos dos centímetros del artículo que estaba leyendo, aparece un poema escrito por uno de los colaboradores del diario en el que leo “ de la lucha por vivir, del corage”, ¿ corage? , … pues va a ser que el coraje que yo conozco se escribe con j, la de toda la vida, la del puntito sobre ella. Y entonces ya me pica la curiosidad y me llevo el diario al despacho. Sin palabras: faltas de ortografía, tildes sin señalar o señaladas erróneamente , sujetos en singular con verbos en plural, faltas de coordinación… , tremendo.

Hoy en clase les he leído a mis alumnos de 3º de Secundaria el artículo para ver qué opinaban y luego les he enseñado el diario. Han decidido nombrarse “ cazafaltas” y me han pedido que todas las semanas lleve a clase un ejemplar para intentar localizar todos los errores posibles. Creo que como docente es una metodología eficaz: buscar todos los errores que aparecen en un diario. ¡ Y ahora a ver cómo los paro! Están deseando escribir una carta al director para informarle de todo lo que han encontrado. Creo que lo vamos a hacer, buena metodología para trabajar la expresión escrita, aunque no creo que le haga mucha gracia...

Así que, señor articulista, la escuela paralela que enseña los errores ortográficos la conforman los mensajes de móviles entre ellos, los mensajes de móviles en los programas de televisión ( vergonzoso), internet y sus miles de faltas en artículos y mensajes, y, desgraciadamente…hoy en mi clase, su diario también.