martes, 28 de junio de 2011

Yo solo quiero

Yo solo quiero darte carnavales, que tu disfraz sea tu ropa interior,
Y ofrecerte un catálogo de besos en lugares donde tan solo alcanza el corazón.
Yo solo quiero empezar contigo un curso intensivo de quitarnos la ropa y el dolor.
Y que cada noche nos expliquemos los motivos de no exigir ninguna explicación.
Yo solo quiero un sobresaliente en las asignaturas de tu piel
Y darle un listado de razones a la gente que expongan que quererse es un deber.
Yo solo quiero hacerle una bufanda a tu alma perderme entre tu falda y tu jersey.
Irte a buscar cuando salgas de clase y mañana tomar tu pulso sin tocar tu piel.
Y que el corazón pueda cumplir su oficio y ser tan imprudente como exija el amor.

Marwan

jueves, 23 de junio de 2011

A la quema



Noche de San Juan.
Noche mágica para pedir deseos y quemar lo negativo.
Siempre he pedido deseos, pero esta noche voy a quemar una rama de romero que tengo plantado en el jardín y me voy a pasear por mi casa para darle energía positiva y que salga la negativa. Luego voy a escribir en un papel esa mala historia, algunos nombres para que salgan de mi vida, el de la mala leche para que se vuelva azucarada, la rabia de la que no comprende y se erige como jueza de otros para que vaya barriendo para adentro y el de algún jefe para que sonría.

Y ya paro de escribir, que me quedan diez minutos para que llegue la hora de las brujas y tengo que preparar el tinglado. Aquí dos fotos de hace cinco años, en una noche como esta en las playas del Puerto de la Cruz en Tenerife. Allí celebran esta noche con grandes hogueras y fuegos artificiales. Fue una noche mágica, de las de verdad, envuelta por sonidos de timbales y tambores, a mil kilómetros de distancia, unida por nueve dígitos de un teléfono y el océano que unía dos orillas.

martes, 21 de junio de 2011

Algún día se irán

Ahí estabas hoy, tan bonita, cantando con tu coro, marcando el ritmo de cada compás con la pierna nerviosa que no dejabas de mover. Nos mirabas y sonreías con la boca abierta cantando a toda voz esa docena de canciones que han hecho las delicias de todo el auditorio. Te veía ya tan mayor y tan pequeña a la vez. Hubiese deseado tener miles de cámaras fotográficas en mis pestañas para retratarte cada segundo y dejarte impresa en mis retinas para siempre.

Y mientras, vuestras voces me llegaban:

…mi juventud, mi adolescencia,
mi edad de jugar,
ya verás como algún día se irán.


Y quiero pararte, siempre con esa cara, ese pelo revuelto, la nariz pecosa y las miradas cómplices entre compañeros. Pero no puedo, ¡ y te vas tan rápido!:


…la distancia duele más,
si atrás quedó lo mejor,
como un niño sin jugar,
como una triste canción.


Y se me llenan los ojos de lágrimas con esta canción. ¿Tu distancia medirá mi distancia? ¿Siempre queda atrás lo mejor? ¿O lo que nos depara el futuro es más efímero y positivo?

No quiero para ti días sin juegos ni canciones tristes.
Quiero verte como hoy, feliz, cantándole a la vida, marcando el ritmo de tus pasos en tu camino, con un compás vivo y recordando lo que esta tarde has cantado:

…caminante no hay camino, se hace camino al andar.

domingo, 19 de junio de 2011

El niño bueno

Me encantan los "niños malos" que harían lo innombrable por traerte el pescadito rojo, pero este " niño bueno" me da una ternura tremenda. Como el mío.

No sabré desatarme los zapatos
y dejar que la ciudad me muerda los pies,
no me emborracharé bajo los puentes,
no cometeré faltas de estilo.
Acepto este destino de camisas planchadas,
llego a tiempo a los cines, cedo mi asiento a las señoras.
El largo desarreglo de los sentidos me va mal. Opto
por el dentífrico y las toallas. Me vacuno.
Mira qué pobre amante, incapaz de meterse en una fuente
para traerte un pescadito rojo
bajo la rabia de gendarmes y niñeras.

Julio Cortázar

viernes, 17 de junio de 2011

El viaje a ninguna parte

Preparo ya el periplo de este verano. Haremos unos 2500 kilómetros en coche y ya llevo viajados unos 10.000 kilómetros mentales. Comienzo a saberme de memoria pueblos, aldeas y comarcas de los que jamás había oído hablar.

Ante una ocasión especial o acontecimiento en cuestión me divierten mucho más los preparativos y el lío de decisiones que el evento en sí.
De igual modo me ocurre con los viajes. Disfruto más pensándolos, organizándolos, imaginándolos, recorriendo mil veces la vista por los planos y mapas, desquiciándome, y dando vueltas a los preparativos infinitos, que con el viaje en sí. Será cierto eso de que con la imaginación también se viaja.

Mi hermana Menchu organiza un viaje conmigo todos los años y nunca lo llevamos a cabo, pero nos reímos de nuestros intentos, de los trucos para intentar conciliar nuestras vidas familiares, profesionales y coparentales.

Es el viaje de la fantasía, el viaje a ninguna parte… que sigue pendiente

viernes, 3 de junio de 2011

Hilos de colores

Hoy es un día especial para ella y me ha pedido que escriba esto para ti. Espero que os guste...



“Hoy te he echado de menos, amiga”
Sólo una hilera de palabras ,casi sin sentido, que se asomaban a la pantalla de su teléfono móvil una noche fría de principios de aquel febrero. Lo intuyó. Miente. Lo supo con una claridad pasmosa en ese mismo instante. La sonrisa giocondina que curvaba sus labios tenía que haberla alarmado. Pues no. Ahí estaba sentada en el filo de su cama contestando a su sencillo mensaje con dedos nerviosos y tropezando con las viejas zapatillas que le molestaban entre los pies descalzos. No había podido conectarse ese día. ¡Y la echaste de menos! Tú, su amigo de muchos años, el serio, el distante, el que con una simple mirada reducía su alrededor a cenizas insultadas, aquel al que su soledad le había enganchado a través de un teclado con una vieja amiga, tú la habías echado de menos… ¡ Y se sintió viva después de lentos meses de muerte!

Tras su abandono se convirtió en una Penélope que hilaba de noche un tejido protector con la urdimbre de la soledad y la trama de los recuerdos. Una soledad sonora al oído, palpable al tacto, agria al gusto que se entretejía con recuerdos dulces, lejanos e hirientes que se burlaban de esa marioneta con hilos cortados, desmadejada. Y con este tejido cubrió rendijas de puertas y ventanas para que no se colase el dolor en su alma cansada. Desanduvo caminos enredados para buscar un punto de partida. Con el tiempo se sintió segura en ese recóndito espacio.

“Hoy te he echado de menos, amiga”.

Siete palabras .Sólo siete, tan sencillas y asépticas. Sin ninguna implicación personal. Sin tono sospechoso. Y tan llenas de vida. Lo eran todo. Y las escribiste tú, grabándolas con la tinta del cariño en la pantalla del móvil, en sus ojos, en el aire que respiraba en ese momento. Y penetraron con fuerza en su mente que las envió con un cariñoso saludo a todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo con un mensaje caluroso: “hay que comenzar a deshilar. Hay alguien ahí fuera que te echa de menos, que ha pensado en ti. ¡ A deshilar!

Y comenzó a tirar de los hilos de aquel tejido que la envolvía. Con los primeros tirones llegó el miedo e intentó huir por la única salida, pero ocupabas todo el marco de la puerta con tu mirada, se volvió hacia los ventanales y los abrió, ¡¡uff!!, allí estabas de nuevo abarcando los grandes cristales que daban al sur con tu sonrisa traviesa. Buscó algún otro orificio por el que escabullirse. Esfuerzo vano. Tu cariño iba taponando con tu contacto todas las fisuras que descubría.

Así que agotada y vencida fue cortando y sacando los hilos. La noche del primer beso, volvió a casa y comenzó de nuevo a tejer, pues el miedo le proporcionó la aguja y nuevos ovillos para protegerse. Sin embargo, esta vez los hilos eran sedosos, brillantes, de colores, rojo pasión, verde esperanza, azul tranquilo, malva cariñoso (¡cómo le gustaba éste!), naranja fuerte…¿Dónde estaban los hilos negros de la tristeza?, ¿ y los grises de las dudas?, ¿ y los marrones de la soledad? Y con cada mirada, tejía, con cada caricia, tejía, con cada risa ,tejía, con cada canción que le regalabas ,tejía, con cada llamada de tu ser ,tejía, tejía, tejía…,como una Penélope desquiciada y llena de vida.

Una noche de principios de verano te colaste de lleno por todos los poros de su piel. La sumergiste en una locura imprevista y conociste el mapa de su cuerpo dejando un rastro de saliva tibia y sudor húmedo, como el explorador que va dejando señales para regresar tras su descubrimiento. Con el amanecer abandonó el lecho y extrajo del telar aquel manto de color. Con él os envolvió y bordó con letras doradas en su corazón todos los segundos, minutos y horas de aquella madrugada, para luego extender los metros de tela por su cama, su habitación, las escaleras, las fachadas , hasta llegar al jardín y cubrir las flores, pálidas comparadas con aquel estallido de color. Se volvió a mirarte y comprendió que no había estado esperando el regreso de Ulises. Que desde tu sencillo mensaje en el móvil, te había estado esperando a ti, al hombre que tuvo que hacer una larga travesía para llegar hasta el hogar, el que arribó cuando todos partían, el que le ancló con fuerza el corazón para luego hacerlo volar cada vez más alto, el que la devolvió a la vida por la que ahora se paseaba con una sonrisa permanente.

A ella le gusta escribirte de noche, esperando la última llamada de todos los días. La tuya. Le encanta que la llames, escuchar el timbre de tu sintonía. Sabe que eres tú el que está al otro lado del teléfono, preguntándole qué tal el día, qué ha comido, qué tal en el trabajo, comentando tonterías y anécdotas relatadas por tu locutor preferido en ese canal de la radio, cuando ella, mientras transcurre ese ritual telefónico, lo único que desea y necesita es hacerte llegar tus mismas primeras palabras:

“ Hoy te he echado de menos, amigo”.