martes, 13 de abril de 2010

¿Qué es eso?

Sólo dura algo más de cinco minutos, pero merece la pena...


martes, 6 de abril de 2010

¡Enhorabuena profesor!

Mi padre carga ya sobre sus espaldas 82 años. Y como se suele decir “ no han pasado en balde”. Unos achaques debido a la edad lo han obligado a pasar algunos días de este último trimestre en el hospital. No son graves, pero lentamente le van limando las fuerzas y la energía.

Me encontraba acompañándolo un día de esta semana, cuando la puerta de la habitación se abre y pide permiso para entrar un médico de unos 60 años. Se dirige hacia mi padre y le pregunta:

-Don Francisco Beláustegui Elorza, ¿verdad?

Seguidamente le ofrece la mano y toma la de mi padre que le devuelve el saludo. En esos cinco segundos a mi padre solo le da tiempo a mirar rápidamente la tarjeta prendida en la bata del médico y leer su nombre.

-Doctor Reyes- le contesta, sin soltar éste la mano de mi padre que sigue manteniendo asida durante unos minutos, siguiendo con el vaivén del saludo hacia arriba y hacia abajo. Mi padre y su exquisita educación no se atreven a preguntar nada más y espera a que el médico le explique su efusividad.

- Francisco, usted seguramente no me recordará, pero usted fue mi profesor hace 55 años en el Centro Obrero de San Fernando. Usted me preparó para ingresar en el bachillerato.

Mi padre abre los ojos emocionados y una tímida sonrisa ensaya en su boca.

-Usted me dejó marcado. Ha sido uno de mis mejores profesores, me encantaba su manera de dar clases, su forma de contar las historias, las anécdotas. Nunca lo he olvidado. Y hoy he visto su nombre en los documentos de ingreso en el hospital y he decidido venir a saludarlo y a darle las gracias. Gracias a usted pude entrar en el bachiller y estudiar posteriormente medicina.

Pude ver la emoción reflejada en forma de lágrimas en los ojos de mi padre. Ellos siguieron hablando y recordando mientras yo pensaba, también emocionada, que mi padre acababa de tener una de las grandes satisfacciones de la vida. Los que se dedican a la enseñanza, con vocación, saben a lo que me refiero. No trabajamos con tornillos, coches o electrodomésticos. Trabajamos con y para personas. Las instruimos y formamos. Les enseñamos una materia de conocimiento y también les damos parte de nosotros, los marcamos, a veces de forma positiva y otras, espero que las menos, de forma negativa. Y hoy mi padre estaba recibiendo el mejor premio a su trabajo. La gratitud, el recuerdo de un alumno que no lo ha olvidado y que, medio siglo más tarde, va en busca de su antiguo profesor únicamente para darle las gracias. ¡Qué envidia, papá! ¡Cómo me hubiera gustado asistir a una de tus clases! ¡Sé de lo que hablaba ese hombre! Hemos disfrutado muchas veces, a la hora de comer todos reunidos alrededor de la mesa, de tus historias, tus personajes, tus autores y sus citas famosas, y te imagino ante un grupo de chavales dando lo mejor de ti, con tu paciencia y ternura.

¡Enhorabuena, profesor!