sábado, 22 de febrero de 2014

De Cádiz a Colliure. Antonio Machado


Hoy se cumplen 75 años del fallecimiento de Antonio Machado, uno de los mejores poetas españoles y de los más olvidados en los reconocimientos por todos los des-gobiernos sucesivos que nos asolan. Poeta del pueblo, humilde, murió exiliado en cuerpo y alma. 

El día 22 de enero de 1939, con 64 años, comienza su peregrinaje, junto a su hermano, su cuñada y su madre, de 88 años, hacia el exilio. Llega a la frontera francesa el día 27 de enero, exhausto y enfermo de los pulmones. Bajo la lluvia, cruzan la frontera a pie, pues el automóvil  en el que viajaban se estropea y aunque los recoge una ambulancia, esta no puede seguir circulando debido a la riada humana que intentaba cruzar la frontera. Se calcula que hasta el 10 de febrero unas 400.00 personas cruzaron a Francia. Parece ser que la filósofa malagueña María Zambrano, que también se dirigía hacia el doloroso exilio,  se encuentra con Antonio y lo invita a subir a su automóvil al percatarse de su lamentable estado, invitación que el poeta declina. Zambrano decide acompañarlo , baja del coche y cogida de su brazo, dignamente, cruzan la frontera.

A la amargura del exilio se unen el frío y la lluvia de ese día. Gracias a la ayuda del Comisario de Aduanas, pueden desplazarse a Cérbere para tomar el siguiente tren. La primera noche en Francia la familia se instala en un vagón de tren vacío que les cede el jefe de la estación. El frío de esa noche empeora su estado de salud.  Gracias a la generosidad de personas que se cruzan en su camino en Colliure, pueblo al que llegan el día 29 de enero, pueden hospedarse en una pequeña habitación del Hotel Bougnol Quintana. Hasta el día de su muerte, el 22 de febrero de 1939, solo salió una vez, tras pedir a su hermano José que lo llevase a la playa para ver el mar.

Las últimas palabras que pronunció fueron “Merci, madame”, dirigidas a la señora francesa que le cedió la habitación y que sabía que nunca iba a cobrar nada de aquellos españoles paupérrimos y “Adiós, madre”, dirigidas a doña Ana, su madre, que fallecería en la cama contigua tres días más tarde.

Una de las últimas fotografías de Machado

Su hermano José encontró en el bolsillo de su abrigo el último verso del poeta:
“Estos días azules y este sol de infancia”…

Ambos fueron enterrados en el cementerio del pueblecito francés. Y hasta allí nos dirigimos este verano para visitar esa humilde tumba en el exilio, honrada por miles de españoles todos los años. Momento emocionante y triste donde los haya. Es costumbre llevar tierra de España y poemas y cartas que los visitantes dejan en la fría losa. Nosotros, además de dejar un mensaje de la gente del sur, de la tierra de su infancia soleada y azul, decidimos coger unas piedras y portarlas hasta nuestro siguiente destino, Soria.




Y allí, en la vieja y castellana ciudad soriana, visitamos la tumba de Leonor, su amada esposa Leonor, mujer con la que descubrió el amor. Y en otra mañana soleada, depositamos las piedras de la tumba de su esposo en la suya, llevándole un mensaje de amor desde el exilio.