Hoy se cumplen 75 años del
fallecimiento de Antonio Machado, uno de los mejores poetas españoles y de los
más olvidados en los reconocimientos por todos los des-gobiernos sucesivos que
nos asolan. Poeta del pueblo, humilde, murió exiliado en cuerpo y alma.
El día 22 de enero de 1939, con 64 años, comienza su
peregrinaje, junto a su hermano, su cuñada y su madre, de 88 años, hacia el
exilio. Llega a la frontera francesa el día 27 de enero, exhausto y enfermo de
los pulmones. Bajo la lluvia, cruzan la frontera a pie, pues el automóvil en el que viajaban se estropea y aunque los
recoge una ambulancia, esta no puede seguir circulando debido a la riada humana
que intentaba cruzar la frontera. Se calcula que hasta el 10 de febrero unas
400.00 personas cruzaron a Francia. Parece ser que la filósofa malagueña María
Zambrano, que también se dirigía hacia el doloroso exilio, se encuentra con Antonio y lo invita a subir a
su automóvil al percatarse de su lamentable estado, invitación que el poeta declina. Zambrano decide acompañarlo , baja
del coche y cogida de su brazo, dignamente, cruzan la frontera.
A la amargura del exilio se unen
el frío y la lluvia de ese día. Gracias a la ayuda del Comisario de Aduanas,
pueden desplazarse a Cérbere para tomar el siguiente tren. La primera noche en
Francia la familia se instala en un vagón de tren vacío que les cede el jefe de
la estación. El frío de esa noche empeora su estado de salud. Gracias a la generosidad de personas que se
cruzan en su camino en Colliure, pueblo al que llegan el día 29 de enero,
pueden hospedarse en una pequeña habitación del Hotel Bougnol Quintana. Hasta
el día de su muerte, el 22 de febrero de 1939, solo salió una vez, tras pedir a
su hermano José que lo llevase a la playa para ver el mar.
Las últimas palabras que
pronunció fueron “Merci, madame”, dirigidas a la señora francesa que le cedió
la habitación y que sabía que nunca iba a cobrar nada de aquellos españoles
paupérrimos y “Adiós, madre”, dirigidas a doña Ana, su madre, que fallecería en
la cama contigua tres días más tarde.
Una de las últimas fotografías de Machado
Su hermano José encontró en el
bolsillo de su abrigo el último verso del poeta:
“Estos días azules y este sol de
infancia”…
Ambos fueron enterrados en el
cementerio del pueblecito francés. Y hasta allí nos dirigimos este verano para
visitar esa humilde tumba en el exilio, honrada por miles de españoles todos
los años. Momento emocionante y triste donde los haya. Es costumbre llevar
tierra de España y poemas y cartas que los visitantes dejan en la fría losa.
Nosotros, además de dejar un mensaje de la gente del sur, de la tierra de su
infancia soleada y azul, decidimos coger unas piedras y portarlas hasta nuestro
siguiente destino, Soria.
Y allí, en la vieja y castellana
ciudad soriana, visitamos la tumba de Leonor, su amada esposa Leonor, mujer con
la que descubrió el amor. Y en otra mañana soleada, depositamos las piedras de
la tumba de su esposo en la suya, llevándole un mensaje de amor desde el
exilio.