jueves, 27 de octubre de 2011

Noviembre


Ya sabemos las ganas y el ímpetu que le ponemos los españoles a esto de copiar y adoptar todas las modas foráneas. Y así hemos abrazado con una estupidez irracional la noche de Halloween y disfrutamos de nuestros niños y jóvenes disfrazados de terror y llamando a las puertas pidiendo golosinas o, los menos, tirando huevos a las fachadas y ventanas. Imposible resistirse. Mi hija es una de las primeras afectadas por esta fiebre anglosajona y a ver quién es la guapa que le dice que " nanai de la China".

Aún así, todavía quedamos últimos bastiones intentando que no se pierda lo nuestro. Mi amigo Jose Alberto ha preparado una castañada para que todos los alumnos del cole prueben unas buenas castañas asadas de noviembre, y yo me dedico en estos días a hablarles de La Santa Compaña y el rito para evitar que te lleven en su procesión, de las Lavanderas, que al caminante extraviado ahogan en el río, les narro " El monte de las ánimas" de Bécquer o les hago representar la famosa escena del sofá entre Doña Inés y Don Juan Tenorio.

Cuando los irlandeses cruzaban las aguas del Atlántico hacia 1840, huyendo de la hambruna que los asolaba, un joven Zorrilla subía a las tablas de un teatro en Madrid su Don Juan Tenorio en los primeros días de noviembre. Aquellos irlandeses llevaron con ellos una tradición celta y europea que nos han devuelto los americanos, transformada, gracias a la fuerza del cine y la publicidad. Desde 1844, en algún teatro español se representa el Don Juan Tenorio el 1 de noviembre y, en estos días, nuestros cementerios se llenarán de flores y de oraciones por nuestros seres queridos que un día se marcharon.

Así que, mientras pueda, intentaré que en estos días suenen los siguientes versos:

No es verdad, ángel de amor,
que en esta apartada orilla...

martes, 11 de octubre de 2011

Estimada Almudena

Estimada Almudena:

Leo con gran estupor uno de tus últimos artículos “Mentiras podridas” en el que dejas caer un rosario de perlas de brillo falso.

En primer lugar, adelantaré que todos querríamos una escuela pública que igualase, gratuita para todos, en la que no hubiera diferencias de clases y con una excelencia educativa que formase a los mejores hombres y mujeres del mañana. Pero no es así. Y es correcto el defender este tipo de escuela y comprometerse con ella, como tú lo haces. Sin embargo, te has equivocado en las formas. Defender, atacando y sin argumentos no es defender, y menos con falacias.

Me parece muy bien que seas una madre de la pública y que defiendas esa elección tan orgullosa. Yo fui hija de la pública, de la concertada y de la privada. Me eduqué en las tres y conozco las tres para opinar. Y puedo asegurarte que en todas encontré garbanzos negros y garbanzos blancos. En las tres encontré profesores excelentes y en las tres también encontré el paradigma del antiprofesor.

¿Y de qué pública eres madre? Porque existe la pública y la pública. Deduzco que siendo famosa y con dinero, no vivirás en una barriada marginal, sino en una casa en un buen barrio o urbanización, cerca de un colegio público al que acuden alumnos con ciertos intereses, inquietudes, de padres más o menos formados; sí , ese centro por el que todos los padres se dan de tortas para que ingresen sus hijos, muchos de ellos engañando con empadronamientos y rentas falsos para poder conseguir plaza en ese colegio y no en otro, porque de aquél no gusta la zona, los otros chicos, las familias de otros chicos o las infraestructuras , centros algunos bastantes abandonados de la mano de la Administración competente. Si la calidad de la pública es tan igual y superior como la planteas, no entiendo el por qué tantos padres haciendo malabares para que envíen a sus hijos a unos centros y a otros no, y sobre todo, buscando centros concertados con idearios más afines a su forma de pensar. No te imagino como madre en un centro marginal de los extrarradios.

Aun así, sigues argumentando que también elegiste la pública porque en la privada enseñan, enseñamos, profesores que no han logrado entrar por oposición en la escuela pública. No es cierto, señora. Yo nunca me he presentado a una oposición, ni he tenido pensamiento de hacerlo en serio. Y si alguna vez pasó por mi cabeza fue porque en la pública se trabaja menos horas que en la privada y se cobra más. Así de claro. Te puedo asegurar que de todos mis compañeros, solo conozco a dos que lo hayan intentado, y han aprobado la oposición, sin plaza, como miles de los que se presentan, pero superándola, y sin estudiar, sólo con lo que saben de años de enseñar una materia y tener experiencia impartiéndola. De este modo, es totalmente falso que los profesores que enseñamos en la privada nos hemos presentado a oposiciones y como éramos “ malos”, pues no aprobamos y nos dieron trabajo en la privada. Esto sí que es una mentira podrida, Almudena.

La mayoría del profesorado estudia en una universidad pública, luego realizas el CAP y partimos de las mismas condiciones. Algunos se dedican a estudiar unos meses más para presentarse a unas oposiciones y ganarlas como Dios manda, otros se dedican a presentarse casi sin estudiar, a ver si cuela y “meto la cabeza” como interino y así tiramos unos años, algunos hasta quince o veinte años, que digo yo que si son tan magníficos profesores ya les habría dado para aprobar en alguna convocatoria, y otros, pues buscan trabajo en la privada porque surgió en ese momento o porque algunos no han tenido detrás a una familia que les pueda mantener durante más tiempo para que se dedique a opositar y esa era la salida.

¿Sabes la diferencia entre los profesores de la pública y los de la privada? Que los de la pública trabajan menos horas (es cierto que, a veces, más lejos de su hogar), cobran más sueldo y han pasado una oposición, una vez en su vida, mientras nosotros la pasamos a diario. Entérate, si yo fallo, no gusto, me equivoco o no enseño bien, me ponen de “patitas en la calle”. Me examino todos los días, ante mis alumnos y ante mí y doy el cien por cien, desde hace veinte años. Así que no me vengas con historietas de roja trasnochada. Aquí somos todos trabajadores, y por todos tendríais que dar la cara igual. No entiendo que justamente los trabajadores más aplastados por un convenio, que han firmado unos representantes sindicales que deberían ser expulsados del país, que obliga a trabajar más horas (como responsable de un Departamento yo estoy a 41 horas semanales) y a cobrar menos, pues estos sean los trabajadores apaleados y encima vilipendiados. Ni mis compañeros ni yo somos empresarios, ni hijos de empresarios, ni vamos a heredar la empresa, somos trabajadores.

Y a ver si dejamos esto claro de una vez por todas. A ser profesor se aprende enseñando. Es un arte, que no adquieres por medio de un examen. O llegas a tus alumnos o no llegas, o te haces respetar o estás perdido, lo tuyo es vocación o serás un pésimo transmisor toda tu vida, en la pública, en la concertada y en la privada. Tendrás muchos conocimientos y seguramente eres “un hacha” en tu especialidad, pero si no conectas, no disfrutas con lo tuyo y no te reinventas cada curso, estás perdido. O vales o no vales. Y aquí no hay oposición que valga. “Los mejores profesores que hay en España”, como tú escribes, están en la pública, en la concertada y en la privada. Y los peores también.

Para terminar, estimada Almudena, qué pena del ejemplo que das, lástima de la dicotomía que presentas de “colegios de pago” y “colegios de pobres”. Intentas defender que no estás de acuerdo con esa diferencia, que ojalá no la hubiese, y eres la primera en atacar para hacer más honda la distancia que nos separa. El respeto por el profesorado comienza por los adultos y las familias. Flaco favor intentas hacer con tu “mentira podrida”, defendiendo a unos profesores y atacando a otros con demagogia barata.

A tu favor tengo que decir que siento que no existan unas oposiciones para escritores. Te han robado la oportunidad, según tu teoría, de demostrar lo que vales y que estés entre las mejores. Ya sabes, a prepararte mucho para que el día que las convoquen, estés preparada y puedas superarlas. Una vez conseguidas ya podremos decir que eres una buena escritora, mientras tanto…

martes, 4 de octubre de 2011

Mentira podrida

Artículo de Almudena Grandes publicado por El País el 19 de septiembre.

"Soy una madre de la escuela pública. No la escogí por pobreza, ni por la imposibilidad de acceder a otro modelo. Algunas personas próximas a mí nunca han entendido esta opción, que interpretan como una muestra de tacañería, de indolencia o de irresponsabilidad respecto al futuro de mis hijos. Yo, sin embargo, creo firmemente que una escuela pública igualitaria, gratuita, laica, interclasista y de calidad, constituye el primer peldaño de la civilización y el único modelo a escala de una auténtica sociedad democrática. Solo por eso, la habría escogido, pero la calidad de la enseñanza también cuenta. En los colegios privados y concertados suelen enseñar, como norma general, docentes que no han logrado entrar por oposición en la escuela pública.

No me siento agredida por las protestas de los mejores profesores que hay en España. Lo que me ofende es que los responsables de esta situación pretendan manipular a la opinión pública presentando a padres y alumnos como víctimas de sus reivindicaciones. Y aún me ofende más que -después de haber asistido, año tras año, al recorte sistemático de recursos en la enseñanza pública madrileña- se presente una ofensiva estrictamente ideológica como una consecuencia de la crisis.

Mentira podrida. Lo que pretende el Gobierno de Aguirre, que no ahorra en los terrenos que le dona a la Iglesia católica ni en las subvenciones de los concertados, es convertir la escuela pública en una vía muerta, un reducto para ciudadanos de segunda clase. Para lograrlo, cuenta con la complicidad de una sociedad anclada en el viejo modelo franquista de los “colegios de pago” y los “pobres gratuitos”. Eso es lo más triste de todo. En ningún otro país europeo, con mejores notas en el Informe PISA, sucedería nada parecido. Pero España, una vez más, es diferente y algo más, un país anormal, aunque ni siquiera lo sepa."

Comienzo a escribir la respuesta...

domingo, 2 de octubre de 2011

Al compás del tren



Cuando era pequeña mis tíos venían a visitarnos y llegaban a la estación de Rota en tren. Cuando el gusano de hierro entraba me quedaba embobada y con las ganas de montar en él. No llegue a subir hasta los trece años y en trayecto corto. Desde entonces me fascina. Tengo que confesar que el avión es muy rápido, efectivo y que acorta distancias en pocas horas. A mí me produce claustrofobia, los asientos están muy pegados, muchas personas en un espacio reducido y demasiada altura para mi gusto. Siempre digo que si el hombre hubiese nacido para volar hubiésemos nacido con alas.
Los trenes antiguos representan la nostalgia de los primeros puntos distantes unidos por aquella locomotora que arrojaba humo y partículas de carbón. Saben a aquella modernidad hoy trasnochada.
Hoy han perdido ese encanto con sus nuevos diseños aereodinámicos, pero siguen guardando todavía el encanto para el viajero. Este fin de semana he viajado a Madrid en tren: espacioso, luminoso, asientos cómodos, el paisaje como una película ante la ventanilla y un tiempo para la lectura que agradeces como maná del cielo. Y descubres muchos viajes en uno solo: viajas hacia tu destino, el tiempo y la lectura te permiten viajar, después de días de mucho ajetreo, a tu interior, y si además te rodea una buena compañía, la conversación te permite viajar hacia las historias vitales de otros.
Cuando retornas a tu estación de origen, anunciada minutos antes por los altavoces, el viaje ha finalizado, pero tu frente en la ventanilla sigue apoyada durante horas.