jueves, 15 de octubre de 2009

Donde caben dos...¿caben tres?

La cancioncilla es pegadiza. En eso consiste una buena publicidad, que el producto llegue al cliente y se introduzca en su mente. Y ahí que te ves dirigiéndote a la cocina a saciar tu sed con un vaso de agua mientras que por el pasillo canturreas donde caben dos, caben tres…donde caben dos, caben tres…y en la ducha, regando las plantas del jardín, ante un aburrido montón apiñado de ropa por planchar ( que nunca disminuye, se reproduce por generación espontánea) y parada ante el semáforo en rojo que te concede veinte segundos de evasión.

Mas un día, sin ninguna razón aparente, te quedas pensando en el verdadero significado de esa retahíla de palabras. No en la intención comunicativa del publicista, son obvios esos argumentos apelativos para consumir en IKEA, sino en qué entendemos a nivel semántico: donde caben dos, caben tres… ¿caben tres?Imposible imaginar al trapecista del circo que, suspendido de su trapecio, espera en tensión la llegada de las manos y muñecas de su compañero o compañera para asirlo con fuerza y no dejarlo caer, y de improviso, tiene que sostener cuatro manos y el peso de dos cuerpos…El par de calcetines que una mañana se vea en la necesidad de abrigar tres pies…El ave que, deformada por el crecimiento de otro apéndice para volar, se ve obligada a remontar un vuelo imposible de dirigir, o el barquero que navega en su barquichuela con tres remos, de los cuales uno penderá eternamente huérfano sin mano que lo asa.

Definitivamente no, donde caben dos, no caben tres. Será porque soy devota de las cosas pares, como la canción de Mecano. En un rostro me fascina más la mirada de dos ojos que de tres, a qué engañarnos, y las caricias de dos manos me parecen más perfectas que las de tres ( demasiado sobeo). Unas tijeras, con sus dos simetrías, es la perfección de la mecánica, un antiguo disco de vinilo tiene dos caras A y B, el botón de muchos precisos aparatos se presenta con On u Off, básico y sencillo, para qué complicaciones, o estás o no estás, las hojas de los árboles tienen dos caras, el haz y el envés, la cara y la cruz de una moneda, la derecha y la izquierda, los dos perfiles de una cara, el perfil bueno y el malo, el perfil positivo y el negativo, mis alas de ángel bueno y de ángel caído… Bendita dualidad. A elegir, cielo o infierno, nada de las grises mezclas que refleja el purgatorio.

Y en una pareja, siempre dos (obvio, tres ya forman trío). Es imposible la presencia de un tercero. La entrada de otro obliga a dejar un espacio físico y espiritual. Es una ley física ya demostrada. Todo cuerpo ocupa un espacio (¿tres en el sofá?) y todo corazón ocupa un espacio en el corazón del otro. Y una de dos, o nos apretujamos mucho o, inevitablemente, alguien tiene que ir cediendo terreno en ese trocito creado para dos hasta que un día es consciente de que ha sido desterrado. Empujas o te empujan.
Así que respeto los tríos para los asiduos, pero, hasta cuando te ponen los cuernos y comienza el destierro, te ponen dos: ¡un buen par y basta! Tres estaría feo…

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