miércoles, 27 de abril de 2011

El hijo que no tengo

A los hijos que nunca tuve...

El hijo que no tengo entra en mi cuarto
saltando entre montones de libros por el suelo
y me pide: "Papá, juega conmigo";
y yo no sé qué hacer porque es difícil
negarle nada a un niño que no existe.

Lo malo es que a su madre le enfada que me ensucie
la ropa de ternura.
—que luego hay que lavarla.

Pero a escondidas, él y yo,
con ceras de colores, dibujamos
una ciudad perfecta
o hacemos un volcán con arena de playa,
un volcán de verdad, con fuego y todo.

Y viene a ser lo mismo que otro padre
jugando con su hijo: una emoción muy honda
y un fondo de tristeza.
A ese otro hombre
le duele recordar que con el tiempo
su hijo acabará marchándose;
a mí saber que siempre
habrás de estar conmigo.


Enrique García-Maiquez

domingo, 24 de abril de 2011

No me lo creo






Visitar una peña flamenca es una de las actividades que organiza la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de nuestra ciudad dentro de la Oferta Educativa y allí que me apunté con mis alumnos de 4º de Secundaria persiguiendo un doble objetivo: demostrarles lo cercanos que están la literatura popular y el flamenco y acercarles a los distintos palos de este arte, para muchos tan desconocido que da pena pensar que han nacido en esta tierra bendita.






Tras una conferencia de veinte minutos, la cantaora portuense, Nazaré Cala, acompañada de su guitarrista, nos fue mostrando algunos de los palos del flamenco, en qué consiste cada uno, los tiempo y palmas y, como muestra, un cante: por soleá, soleá por bulerías, tanguillos y tangos, cantes de ida y vuelta, alegrías de Cádiz, bulerías de Jerez, martinetes, fandangos y un etcétera delicioso. Rancapino acudió a la peña donde se desarrollaba la actividad, El Nitri, y menos mal que se dedicó a jalear a la cantaora con gracia, junto con un alumno que tengo, de Sanlúcar de Barrameda, sobrino de Manolo Sanlúcar, que hace las delicias con una caja al compás de bulerías.






Para finalizar la actividad, se despidió con una canción por bulerías que nos puso a todos de pie, No me lo creo. La podéis escuchar cantada por Parrita o Juan Peña. Yo prefiero esta versión ( más lenta) de Marina Heredia. Que la disfrutéis.






El curso que viene repito...


http://youtu.be/S36qZ4ama0Q

miércoles, 20 de abril de 2011

Amargura

La lluvia bendita que deseamos que descargue del cielo para empapar nuestros campos está haciendo de las suyas esta Semana Santa. Las Hermandades, con dolor de cervicales de tanto dirigir sus ojos al cielo y rezar para que no caigan esos cántaros temidos que las obligan a no procesionar después de un año de espera. Algunas ya se han quedado en su Casa.

Ayer, después de una mañana de perros, los hados concedieron una tregua y en nuestra ciudad pudieron hacer su estación de penitencia las dos hermandades que procesionan este día.


Mereció la pena.


Calle La Palma, doce de la noche, poquita luz, la banda de Rota ( impresionante) entona los primeros compases de Amargura. Mi hija y yo nos hacemos un hueco detrás de la banda y acompañamos al palio de la Virgen durante unos minutos para disfrutar del momento. Y ese agua que no caía del cielo inunda, un breve instante, mis ojos. Y te recuerdo, pequeñita, sólo con unos meses, entre mis brazos, cuando no querías dormir y te entonaba esos mismos compases de Amargura. Hoy apoyo mi brazo en tu hombro y me acompañas bajo la misma música, siguiendo el tiempo con nuestros pasos...



jueves, 14 de abril de 2011

Lo que no me pase a mí...

Esta semana me dirijo a Pelayo, compañía en la que tenía asegurada mi casa ( obligada, o mejor dicho, encadenada por la hipoteca del banco) para exponerles un problema que tengo en el dormitorio de mi hija. Cuál es mi sorpresa cuando me indican que no me pueden atender porque no tengo seguro con ellos. Ante mi perplejidad, me informan que desde julio del año pasado he sido dada de baja. Por ellos, obviamente. Es un error, pienso y así lo hago saber. De error nada, monada. Me han dado de baja por alta siniestralidad. En cristiano, como me ha pasado un tornado por encima( del cuál se hizo cargo el consorcio de Cádiz) y se inundó mi sótano por las fuertes lluvias del año pasado ( y no se hicieron cargo tampoco, pues según ellos los daños por nivel freático no los cubren), consideran que doy mucho la lata y soy cliente " non grata". Es decir, que pago religiosamente mis recibos y soy buena cliente, sin embargo, el invierno decide hacer de las suyas con mi casa, no se hacen cargo de nada, no me pagan un euro, y me convierto en una maldita.

¡Ay, cómo se me ocurrió poner velas negras y hacer conjuros para que me pasase un tornado por encima y lloviese a mansalva! ¡Manda narices!

Ni una notificación, ni una carta informando ( según ellos la han enviado, pero yo no la he recibido), ni una llamada de teléfono ( que tienen mi número), ni un correo electrónico ( que la oficina lo tiene), nada, absolutamente nada. Se escudan en que no me pasaron el recibo y yo tenía que haberme dado cuenta. Pues mire usted por donde, no. En la fecha del pago, entran muchos recibos en mi cuenta bancaria y no lo noté.

Tras el susto, al darme cuenta de que llevaba nueve meses sin seguro de hogar, y que si llega a pasar algo grave, hubiera sido una ruina, le pedí la hoja de reclamaciones a la señorita que tan amablemente intentaba hacerme caer en la cuenta de que la estupida era yo. No me va a servir de nada, algún encargado de darme palmaditas en la espalda del Departamento de (des)atención al cliente, me contestará a la reclamación con un bla, bla, bla...

Yo seré una despistada, pero ustedes son una pandilla de sinvergüenzas.


Perdón por lo de ustedes.




viernes, 8 de abril de 2011

El beso

Porque con los años, un sábado de pasión
puede convertirse en un viernes de gloria.
















¡Qué sola estabas por dentro!

Cuando me asomé a tus labios
un rojo túnel de sangre,
oscuro y triste, se hundía
hasta el final de tu alma.

Cuando penetró mi beso,
su calor y su luz daban
temblores y sobresaltos
a tu carne sorprendida.

Desde entonces los caminos
que conducen a tu alma
no quieres que estén desiertos.

¡Cuántas flechas, peces, pájaros,
cuántas caricias y besos!

Manuel Altolaguirre

domingo, 3 de abril de 2011

Las manos de mi madre

Hoy he vuelto a ver las manos de mi madre. Las brujillas alocadas que habitan nuestra casa decidieron entretenerse en este día lluvioso cocinando un bizcocho casero de limón. Leyeron la receta, seleccionaron los ingredientes (casi milagroso que los tuviera en casa) y, después del almuerzo, nos pusimos manos a la obra: huevos por aquí, harina por allí, levadura con algo de yogur… y aquello iba tomando forma. Y entonces las vi, las manos de mi madre, hace ya muchos años, batiendo las claras hasta que estuvieran bien montadas, la dificultad de mezclar la harina con el resto de los ingredientes, el cuidado que ponía en ir untando el molde con mantequilla y harina, y cómo se iban llenando aquellas puntas de los dedos de la mezcla que iba creciendo a medida que añadía más ingredientes. El olor a las ralladuras de aquel limón, que yo entonces tardaba rallar con paciencia, me asaltó a la misma vez que hoy lo introducíamos entre descuidos y risas en nuestro bizcocho. Cuando finalizamos me encargué, como ella también hacía, de volcarlo en el molde y no me pude resistir: cuando mi madre hacía bizcocho, al finalizar, nos dejaba tomar con una cuchara algún resto que tomábamos con fruición, relamiéndonos y escuchando su voz avisándonos de que nos íbamos a poner enfermos. Hoy he metido el dedo, como entonces, para saborear esa mezcla con sabor a limón, antes de introducirlo en el horno a 170º, 30 minutos.

El mismo tiempo y a la misma temperatura que se ha encontrado mi corazón entre dulces recuerdos.