lunes, 15 de agosto de 2011

Esas tildes...



El jueves tocó revisión médica con el abuelo.

De nuevo periplo por el desierto.

Después de tres meses con la cita, y varias pruebas durante el mes de julio, llegamos a consulta y el cardiólogo está de vacaciones y nos atiende otro médico. Por supuesto que todos los trabajadores tienen derecho a sus vacaciones, pero digo yo que sería mejor atrasar la cita hasta septiembre ( puestos a esperar) y que el especialista que lo atiende desde hace más de veinticinco años sea quien le revise los informes. En fin, entramos cuarenta minutos tarde. Ya sentados al médico le faltaba la última prueba, una ecografía, que le habían realizado una semana antes, pero no podía acceder al programa del ordenador en el que están colgados los informes pues tenía que salir del programa de consulta, que es diferente. Al fin accede, y, cómo no, el informe no aparece. Yo ya lo sabía, si estos programas informáticos del SAS la tienen tomada conmigo. Si iba yo, ¡cómo iba a aparecer el informe a la primera! Así que nos da un diagnóstico, a falta de esa prueba (¿?). Le pregunto que cómo puedo conseguir ese informe en el hospital y me envía a cardiología. Allí me presento en la secretaría de cardiología y tras explicarle a una señora muy amable lo que sucede, accede a buscar el informe que no iba a encontrar.

Elemental, querido Watson.


Vaya usted al laboratorio donde le realizaron la prueba. Allí que me planto. Pues tampoco está. Tiene que haber un error, señora, seguramente le entregaron a su padre el informe ese día que se hizo la prueba. Perdone, a mi padre no le entregaron ningún informe, le indicaron que lo pasarían a consulta de cardiología directamente. Pues es muy extraño.


Una hora más tarde, seguía siendo extraño y seguíamos sin informe.


Solución, vamos a repetirle la prueba. Baja a por el abuelo a consulta, llévalo de nuevo a tercera planta y cuando le van a hacer la prueba, milagrosamente aparece el informe. Llevaba usted razón señora, no le habíamos entregado el informe al enfermo.
Bajamos de nuevo a consulta, tres horas más tarde, pero con el papelito en la mano, y tras entregar el informe, el diagnóstico ( con tilde) no varía y nos marchamos. Hasta dentro de tres meses.
Comentando los tres en el ascensor la mañana entre galenos, salimos por la puerta del hospital y en un gran cártel aparecen las diferentes especialidades que se tratan en el centro:




¿Cómo es posible que en un expositor que leen cientos de personas todos los días, y que entiendo que alguien ha tenido que colocar y revisar me encuentre con dos faltas de ortografía?

Diagnóstico es palabra esdrújula y es obligatoria la tilde. Por otro lado, preanestesia es palabra llana terminada en vocal y no tiene que llevar la tilde.

Llevaba la mañana tranquila, pero ahí, sí que me paro, hago la foto y empiezo a despotricar. Por perder medio día en el hospital me callo, pero por ahí sí que no paso. El abuelo se ríe, saca un bolígrafo y comienza a tachar las tildes ante mis risotadas.

Nos marchamos corriendo a la velocidad que le permitían sus piernas, temiendo la reprimenda del vigilante de la puerta.


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