domingo, 9 de enero de 2011

Ficciones

Comencé el Año Nuevo en un sitio diferente a lo establecido como normal. Un hospital. Problemas de salud de mi padre me llevaron a tomar las famosas doce uvas a los pies de su cama. Mi camiseta no era negra ni tenía lentejuelas para esa noche mágica de final de año. No me importaba. Estaba donde quería estar y con quien quería estar. Obviamente echaba de menos a otras personas, mis hermanos, mi hija, mi pareja, pero, en esas circunstancias, insisto, estaba donde quería estar y con quien quería estar.
Después de tomarnos las uvas, mi padre se dispuso a descansar. Apagué la luz general y encendí una pequeña luz tenue de la cabecera de su cama. Me senté a su lado, en un butacón, y agarré su mano derecha. Así se quedó dormido. En mi otra mano, un libro, La verdad de las mentiras, de Vargas Llosa. Y leo: “Los hombres no están contentos con su suerte y casi todos- ricos o pobres, geniales o mediocres, célebres u oscuros- quisieran una vida distinta de la que viven. Para aplacar- tramposamente- ese apetito nacieron las ficciones". Me quedé pensativa.
Por suerte, nuestra habitación tiene un gran ventanal desde el que se divisa gran parte de la ciudad. En esta visión nocturna de luces blancas y naranjas todavía aparecen algunos fuegos artificiales rompiendo la oscuridad de la noche. Y pienso en la vida, en lo difícil que se nos antoja en muchas ocasiones, en sus recovecos, en que marcamos un camino y este un día desaparece, se difumina y te encuentras en uno nuevo, dando nuevos pasos y con un paisaje diferente, y en que es cierto lo que escribe Vargas Llosa, quién no ha pensado alguna vez en tener una vida distinta a la que uno está viviendo. En ese momento así lo creo.
Las luces de la ciudad son un espejismo.
Lentamente, vuelvo la cabeza y miro a mi padre. No, no me cambiaría por nadie, ni quiero vivir la de nadie. ¡Qué suerte que duerma agarrado a mi mano esta noche! Vuelvo a mi lectura. No necesito ficciones para cambiar mi vida, pero en esta primera noche del año reconfortan y acompañan.

2 comentarios:

julia dijo...

Que bonita me encanta ay que bien que el abuelete ya ha salido del hospital. Yo tampoco cambiaría nada de mi vida . os quiero a todos los que me cuidais

Arbatán dijo...

Sí, qué bien que el abuelo ya está en casa. Un beso, bonita mía.