domingo, 16 de enero de 2011

A los ojos


Saco de defectos. No desvelo nada nuevo de mí si me defino con estas tres palabras. Y todos estos defectos, junto con alguna que otra virtud suelta, conforman mi persona. Como todos, me imagino. Aprendí hace tiempo que las personas no podemos ser catalogadas como buenas o malas, sino que, en algún momento de la vida, cometemos acciones buenas o malas, sin embargo, estas no nos definen. Nadie es completamente bueno o completamente malo. La felicidad, la buena compañía, la plenitud en todos los aspectos, nos llevan a mostrar comportamientos positivos y el dolor, la rabia o la incomprensión, por nombrar algunos, nos pueden llevar a aparecer ante los demás como el mal personificado.

No podemos quedarnos estancados en esos momentos negativos, no podríamos evolucionar. Desgraciadamente, existen personas que olvidan las dos palabras mágicas para seguir creciendo: el tiempo, que permite colocar todo en su sitio, y el perdón.

Esta reflexión viene al hilo por el comportamiento que muestra cierta persona hacia mí. Hablamos poco y cuando se dirige a mí lo hace con parcas palabras y si puede ser lo mínimo. Hasta aquí respetable, pero me enseñaron en mi niñez que cuando alguien te habla siempre se le mira a los ojos. Me vienen a la memoria los versos de una canción de unos conocidos, Me gusta la gente, que dicen:

“Me gusta la gente,
que cuando te habla,
te mira a los ojos,
te mira de frente…”


Da igual que hables dos segundos que una hora de reloj, siempre se mira a la persona que te habla a los ojos. Lo contrario sólo demuestra un comportamiento maleducado, que no quiere decir que esa persona no sea educada, pero su comportamiento sí expone su mala educación y obviamente dice muy poco de ella. Yo, si tengo que dirigirme a alguien, me resulte más simpático o no, me dirijo. Ya no estamos en edades de niñatadas.

No lo voy a negar, me produce cierta tristeza buscar unos ojos para conversar y encontrar en mi trayectoria la pared de enfrente, sin embargo también aprendí hace tiempo que no daña quien quiere, sino quien puede, y ya no… ya no.

2 comentarios:

Francisco Belaustegui dijo...

Bueno, nunca llueve a gusto de todos. Lo mejor es pasar página. Y si no se puede, pasar y pasar, y que te resbale.

Arbatán dijo...

Pues llevas razón,en la vida hay que pasar de tantas cosas!!!