martes, 25 de enero de 2011

Si el hombre pudiera decir lo que ama

Me presentan hoy una pregunta de difícil respuesta:
¿Cuál es tu poema preferido?
He de decir que llegué a la poesía tarde, pienso que como la mayoría, que nos adentramos antes en la narrativa y sus subgéneros: cuentos, relatos, leyendas, hasta desembocar en las novelas.
Respecto a la poesía, mis estudios me obligaban a leer a los clásicos y no tan clásicos, sin embargo, pocos fueron los que pegaron ese latigazo que uno necesita sentir para poder afirmar que el poema le "ha llegado". Posteriomente, he conocido la poesía de García Montero, Cuenca, García Maiquez, Aurora Luque y muchos de sus poemas los he ido entrelazando con mis experiencias vitales, que para eso están, para que la palabra se haga carne propia.
Me es imposible elegir sólo uno de tantos; pero tengo la seguridad de cuál no puede faltar: este de un poeta en la sombra del 27, Luis Cernuda.


Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.


¡Cómo se puede decir tanto con tan pocas palabras ...!

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;

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