sábado, 15 de septiembre de 2012

Reinar después de morir


En el siglo XVII, Vélez de Guevara escribió una comedia histórica, Reinar después de morir, basada en una de las historias de amor más bella de todos los tiempos, la del rey Pedro I de Portugal y su amada doña Inés de Castro. Si los americanos la conocieran tendría ya, con toda seguridad, unas cuantas versiones cinematográficas. Como dato, por ejemplo,  más de treinta óperas están basadas en este amor de leyenda.

 En nuestro periplo por Portugal, de camino a Lisboa, nos desviamos unos kilómetros (mis acompañantes dirían que más de unos cuantos, que bastantes (J) ),  para visitar en el monasterio de Alcobaça las tumbas de los amantes. Os resumo la historia:

Corre el siglo XIV en Castilla y nace Inés de Castro, hija de un noble castellano emparentando con la familia real. Su madre muere al poco de nacer y es enviada  para ser educada en el castillo de Peñafiel convirtiéndose en dama de compañía de Doña Constanza Manuel, hija del ilustre escritor e infante don Juan Manuel.

Doña Constanza se casó por poderes con el príncipe Pedro, hijo del rey portugués Alfonso IV. Cuando se traslada a Lisboa para comenzar su vida al lado del príncipe Pedro, escoge a las damas que le acompañarían y entre ellas destaca por su belleza Inés de Castro, convertida en gran amiga y cómplice fiel.

Pues ocurrió que el  príncipe Pedro se enamoró perdidamente de Inés, la dama de compañía de su esposa, y aquella le correspondió, manteniendo un amor furtivo y secreto. Aun así la reina le da una primera hija al príncipe y antes de nacer su segundo hijo descubre la relación de los amantes por lo que trama un ardid para separarlos. Pide al príncipe que sea el padrino de su propio hijo y a Inés que sea la madrina. Esto provocaba un vínculo canónico de parentesco entre los dos amantes que convertía el adulterio en incesto y no permitía que pudieran mantener relaciones. Pero el hijo muere a los pocos días de nacer con lo que el vínculo religioso se rompe entre los dos amantes y vuelven con más furia tras este tiempo separados. Enterado el rey Alfonso IV decide desterrar a Inés, que se marcha al castillo de Alburquerque en Castilla.

Al dar a luz a su tercer hijo, Constanza fallece en el parto. Muerta su esposa, Pedro e Inés no tienen ya obstáculo para su amor, escandaloso para la corte portuguesa. Pedro rescata a Inés de su exilio y se marchan a vivir al norte de Portugal, lejos de la corte, donde nacerán sus cuatro hijos. Calmadas las aguas, regresan a Coimbra, instalándose en la Quintas Das Lágrimas.
                                             Quinta Das Lágrimas, Coimbra

El príncipe viudo estaba deseoso de anunciar su romance con doña Inés de Castro, pero el rey Alfonso IV no lo consentía, temeroso de que los castellanos intentaran una intervención,  al ser doña Inés castellana, y de que los hijos de este amor adúltero pudieran intentar luchar algún día contra los derechos dinásticos de su nieto Fernando, hijo de Constanza y Pedro.
Parece ser que, don Pedro y doña Inés se casan en secreto, noticia que no agrada al rey, que ordenó la muerte de doña Inés a manos de tres sicarios
. Las crónicas cuentan que un día que el príncipe se encontraba de cacería, los tres asesinos se dirigieron a Coimbra y la apuñalaron delante de sus hijos.

El rey creyó que desaparecida Inés volvería la tranquilidad al reino, pero la reacción del príncipe fue la contraria enviando a sus tropas contra su propio padre y durante dos años hubo una lucha entre los dos bandos. La reina Beatriz, madre de Pedro, consigue que padre e hijo se reconcilien y el príncipe depone las armas y jura que olvidará el asesinato de su amada Inés y perdonará a sus asesinos, sin embargo, un año más tarde el viejo rey Alfonso se muere y avisa a los tres asesinos que se marchen pues tiene la intuición de que su hijo no va a cumplir lo jurado.

Se exilian a Castilla donde reina Pedro I el Cruel, y a los pocos días muere el rey Alfonso. Pedro sube al trono como Pedro I y lo primero que se propone es honrar la figura de su amada Inés. Entra en contacto con el rey castellano y le ofrece intercambiar algunos traidores castellanos refugiados en Portugal por los tres asesinos de Inés. Llegan a un acuerdo y consigue que vuelvan dos, mientras un tercero consigue huir a Francia.

El rey ordenó que se les torturase durante días y luego fueron trasladados a la plaza pública, donde al primero le arrancó el corazón por el pecho y al segundo por la espalda, mordiendo luego ambos corazones.

En 1360 las Cortes portuguesas reconocían el matrimonio entre Pedro I e Inés de Castro, aceptándola como reina. Era el momento de reparar su amor y en  el Monasterio de Alcobaça, ordenó esculpir un túmulo funerario para Inés. Cuando estuvo finalizado, desenterró el cadáver de Inés y lo trasladó desde Coimbra al monasterio. Una vez llegados a la corte, hizo vestir con galas el cadáver de Inés, que ya llevaba años muerta, la sentó en el trono y ordenó que todos los nobles desfilasen delante de ella como reina de Portugal, obligándoles a besar su mano como vasallos.

 Posteriormente depositó el cadáver de la reina en el sepulcro. Enfrente el rey dispuso otro sarcófago para él, y ordenó que ambos fueran colocados pies contra pies, para que el día del juicio final lo primero que los amantes puedan ver sea el rostro del otro.

Grabado en el sarcófago se lee un mensaje que el rey dejó para su amada:

“Hasta el fin del mundo”


 

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