martes, 24 de febrero de 2009

El pretendiente

Hacer llegar mensajes morales o filosóficos a través de los cuentos o relatos breves es una tradición literaria antigua. Algunos son leídos sin más, cayendo en saco roto. Otros, según el lector, las vivencias y el tiempo, consiguen tocarnos de una manera especial. Su lectura puede satisfacernos más o menos, mas no cabe duda de que son un pozo de sabiduría envuelto en palabras.

Como el que os presento hoy…

Cuentan que una bella princesa estaba buscando consorte. Aristócratas y adinerados señores habían llegado de todas partes para ofrecer sus maravillosos regalos. Joyas, tierras, ejércitos y tronos conformaban los obsequios para conquistar a tan especial criatura. Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenía más riquezas que amor y perseverancia. Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:

-"Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor... Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas...Esa es mi dote..."

La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar:
-"Tendrás tu oportunidad: si pasas la prueba, me desposarás".

Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento. De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas. Incluso algunos optimistas habían comenzado a planear los festejos.

Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona habían salido a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, hasta que de pronto, cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la infanta, el joven se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.

Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó a quemarropa:
-"¿Qué fue lo te que ocurrió?...Estabas a un paso de lograr la meta... ¿Por qué perdiste esa oportunidad?... ¿Por qué te retiraste?..."

Con profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas, contestó en voz baja:
-"Mi amada princesa no me ahorró ni un día de sufrimiento...Ni siquiera una hora... No merecía mi amor...".
.
(Anónimo)

Cada cual, según sus experiencias, que extraiga su enseñanza…

1 comentario:

Francisco Belaustegui dijo...

Genial. Como la vidad mísma. Desde luego, el autor ha dado en el clavo. Si realmente alguien no es para tí, mejor darse cuenta a tiempo y desistir que llevarte a una gran equivocación.
Lo malo es que algunos por razones ajenas al amor, hubieran resistido los 100 dias con tal de ser rey!