miércoles, 23 de febrero de 2011

Te cuento

Este artículo fue publicado en el Diario de Cádiz el 30 de julio del 2006. Su autor es Enrique Montiel.

Entonces me pareció hermoso.

Hoy…profético

Vino con la cámara digital a enseñarme la foto de él. Ambos sonreían delante de una jarra de cerveza sobre un mantel de cuadros rojos y blancos.
La vida que da muchas vueltas, dijo. Y ya ha venido dos veces a verme. Y yo otras dos a verlo a él. Mi madre es la que se preocupa por si me doy un chocazo contra la pared, es una mujer tradicional, de las que se casaron para toda la vida, y ahí sigue, casada para toda la vida. Una madre, lo que se dice una madre. Pero te advierto que yo también era así, me casé para toda la vida, fue él el que se marchó. Siendo yo y siendo la madre de sus hijos, nuestros. Dos años me ha costado recuperarme del palo, pero ya sé que la vida me va a deparar muchas sorpresas, estoy segura de ello.

Sonríe en la imagen que veo en el visor de la máquina digital, muy junta a él, cuyo nombre no me dice, sólo que él la ve guapa, guapa. Me lo dice continuamente, qué guapa eres, qué guapa eres. También me dice que saltaron chispas. Yo es que no salgo de mi asombro, con lo fea que me he llegado a ver durante ese tiempo, en que me sentí la mujer más desgraciada del mundo, más fea que nunca. Mira que me miro, y que me digo, pues puede que sea verdad, que esté guapa, que nunca haya sido fea, siempre fue mentira.

Antes caminaba más despacio, ahora se la ve más celera, activa, viva. Es el amor, porque empiezo a pensar que estoy enamorada de verdad, como nunca, pero sobre todo abierta de ventanas y puertas. Mi casa que es mi cuerpo y mi alma se sientes libres, ligeras. Si este no es el amor para toda la vida que siempre quise que fuera el amor mío, otro será el amor para toda la vida, y ya ha nacido, por algún lugar camina y sin duda que también habrá empezado el duro aprendizaje del sufrir, del soñar pesadillas y del vivir angustias.

Puede que sea este hombre que sonríe a tu lado, en la imagen digital de tu cámara, le digo. Sonríe con gran ternura. Por lo pronto me dices que te ve guapa, guapa, guapa y que ya saltaron chispas, para empezar no es poco. Es mucho, añade. Yo nunca creí que volvería a ver fuegos artificiales, ni a verme en el espejo de unos ojos enamorados. Otros ojos como los míos que mucho tiempo estuvieron secos de no poder más lágrimas. Porque también él fue abandonado, y vivió solo esa soledad desgarradora que vivimos los abandonados, dejados caer en un rincón, arrumbados en oscuridad y telarañas. Somos resucitados de entre los muertos.

Del amor, he añadido. Del amor, ha asentido. Los muertos sepultados en el desamor, la soledad y la distancia de por medio. Cuando no fuimos hechos para la muerte, para esta muerte lenta y recalcitrante de un abandono. Estamos uniendo nuestras soledades, y estamos bien, tenemos esperanzas. ¿Tú cómo me ves?

2 comentarios:

Francisco Belaustegui dijo...

"Tu primer error fue dejarme ir, el segundo fue recordarme que puedo vivir sin ti."
;)

Arbatán dijo...

¡Qué hermoso, poeta! Un beso