lunes, 12 de julio de 2010

Para que no se me olvide

Será que sólo tengo una hija y para mí es lo más importante de este mundo. No descubro nada nuevo a todo el que sea padre o madre. Los hijos son prolongaciones nuestras y sus miedos, sus fracasos y sus dolores los sentimos doblemente, igual que sus éxitos y alegrías nos llenan de orgullo.
Hace unos días tocaba recogida de notas finales de curso. Sus calificaciones han sido muy buenas, buenísimas, y se las merece después de todo un curso de trabajo, con un horario de clases extenso y, a veces, con poco tiempo para llevar todo adelante. Sin embargo no ha sido lo más importante. Ha sido distinguida entre todos los alumnos de su clase y le entregaron una placa por su actitud ejemplar durante este curso: por su compañerismo, por su cariño con profesores y saber estar, por su esfuerzo y sus ganas de trabajar siempre. Como comprenderéis esto es mucho más significativo que sus calificaciones. Ya hablé en una entrada sobre ella (Generosidad, tienes nombre de mujer), pero este premio es la confirmación de que aunque yo, como madre suya, vea sus muchas virtudes, otros también las ven y las reconocen. Y eso me llena de orgullo, nos llena de orgullo a su padre y a mí. No ha tenido la mejor infancia que le hubiéramos podido dar, pero ella ha sido capaz de superar, hasta ahora, lo que parecía insuperable.

Cuando apoyé la cabeza en la almohada por la noche, después de una tarde llena de alegría, pensaba en todo lo bueno que me da. Y llegó este “para que no se me olvide”.
Porque puede que lleguen los tiempos en que discutamos por la ropa, que nuestros gustos no coincidan, quizás riñamos porque sus notas han bajado, porque no le compré la moto que quería, porque sus horarios de salida no me parezcan adecuados y ella luche por quedarse un rato más, porque no me gusten las amistades que la rodean, porque no quiera recoger su habitación o no estemos de acuerdo en ese viaje.

Y llegará, seguro que llegará, y entonces tendré que obligarme a recordar todo lo bueno que me ha dado en estos años, todas sus virtudes, aunque la edad las esconda bajo una lona de indiferencia, sus horas de compañía, aunque la adolescencia la invite a pasar poco tiempo conmigo, sus abrazos y besos, aunque puede que no se acuerde de dar una llamada de teléfono en días, en fin, todo lo que la edad oscura esconderá, me obligaré a recordarlo, minuto tras minuto.

Por eso escribo hoy aquí, para que no se me olvide y pueda compensar esos momentos con todos los buenos y la recuerde siempre como es, aunque la edad adolescente intente presentármela de otra forma, no será ella, ella es la que es: maravillosa.
Así que, para que no se me olvide.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Os felicito de todo corazón.
Hoy en dia, aparte de la importancia que tienen los estudios y la aptitud hacia ellos,también hay que tener en cuenta los valores humanos que tanto se están perdiendo lamentablemente.
Referente a la segunda parte; está claro que tenemos -como madres, padres e hijos- que pasar por todas las facetas y etapas de la vida, pero adelantándonos a los acontecimientos y teniendo largas conversaciones con ellos sobre esos temas y situaciones, al final, el plato de la balanza se inclina más por la sensatez y la responsabilidad. Por experiencia propia, te lo garantizo.
Saludos
Coral P.

Yolanda dijo...

Hola, Coral! ¡Cuánto tiempo! Eso espero que la adolescencia no nos coja con la guardia bajada. Gracias por tu consejo, y me alegro que a ti te haya ido bien.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Pues si, Yolanda, hoy por hoy no me puedo quejar. E incluso te digo que me he quedado con las ganas de pasar y enfretarme con mi hijo en esa faceta que llaman "La edad del pavo", !Con lo preparada que estaba!!!
Mi gozo en un pozo, jajjja.
Saludos

Anónimo dijo...

te quiero mami siempre me haces llorar cuando escribes algo de mi tkm

Yolanda dijo...

Yo también te quiero, mi vida, pero no quiero que llores, quiero que disfrutes de lo que escribo.
Besos, rubia mía