domingo, 30 de diciembre de 2012

Gracias


Las nuevas tecnologías nunca dejan de asombrarme y más si permiten que personas desconocidas te den gratísimas sorpresas, de esas que inundan los ojos de lágrimas y te hacen creer que entre la frialdad de ondas, cables y teclados hay hilos humanos que nos conectan.
Anoche, mientras me dedicaba a corregir algunos trabajos de mis alumnos, recibí el siguiente mensaje en mi móvil. Me vais a permitir que, por respeto,  mantenga el nombre de esta persona en el anonimato:

Estimada amiga, este correo es fruto de una peripecia en la búsqueda de información por simple curiosidad que me ha llevado a tu Blog y deduzco de tu perfil que puede gustarte que te lo cuente:
Cuando en 1981 recién casados fuimos a vivir a San Fernando mi mujer y yo resultamos vecinos de una señora ya mayor de una extraordinaria elegancia en su porte y en su comportamiento, se presentó como Amparo Elorza, viuda de Beláustegui y como nos vimos con amistosa frecuencia nos contó que un hijo suyo había estado en la División Azul y (aún se le humedecían los ojos) que había fallecido a consecuencia de las heridas que sufrió en Rusia...
Hace un rato teclee en Google los apellidos Beláustegui Elorza para ver si había en la red algún dato sobre él, fíjate que oí su nombre hace ya 31 años y no lo he olvidado por el dolor con que hablaba Doña Amparo, y encontré en tu Blog la referencia a tu padre Francisco Beláustegui Elorza y su conmovedor encuentro con el médico alumno suyo precisamente en San Fernando deduje que es su hijo y después por las referencias del Blog a las clases de literatura en Bachillerato he llegado a la idea de que este es tu correo sacado de Facebook.
Es un recuerdo de una dama de otro tiempo que aún comentamos en casa.
Un cordial saludo Yolanda.
 
La abuela, mi abuela, sí que realmente era especial. Pero hoy no voy a hablar de ella, dejaremos su persona para mi próxima entrada. Hoy quiero agradecer a este amigo virtual el regalo tan especial que nos ha hecho, a mí y a mis hermanos, por sus sentidas palabras, por el cariño y aprecio que demuestran los recuerdos de esa dama, por traérnosla a la memoria de nuevo y, sobre todo, porque es maravilloso comprobar que mientras las personas nos recuerden seguimos estando vivos.
Gracias por recordarla, por molestarte en buscar sus datos, mis datos, y por escribirme para compartir vuestros recuerdos con nosotros a través del tiempo y del espacio.
 
Un último pensamiento, hoy se cumplen veintitrés años del fallecimiento de la abuela y no puedo evitar pensar que existen las casualidades y también los hilos mágicos que hacen que el universo se mueva...   
 
 

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