Maravillosos los grandes veleros que han dormido este fin de semana arrullados por la cantinela de las olas del mar de Cádiz.
Y mientras los observaba el famoso poema rondando por mis ojos...
Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.
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