Llevo unos días con una idea rondándome por la mente: voy a
hablar de Yo, no de mí, que también, sino de yo, mi yo. En el momento en el que me sitúo frente a la pantalla y el
documento en blanco aparece, surge el yo de este instante y, en unos segundos,
me asalta el yo del pasado que ha sido otro yo. Porque soy la suma de todos los
yos del pasado, de todos los yos del futuro, que todavía no conozco y aún no soy,
y de todos los yos que no he sido ni seré.
Delimitados los parámetros de todos estos yos, en una nueva
vuelta de tuerca, descubro que además soy el yo de mis sueños y mi yo en los
tuyos será diferente, como así lo serán mis múltiples yos para todos los que me
rodean. Soy un yo diferente para cada individuo que se ha cruzado en mi camino.
Soy también el yo de un nosotros y no soy yo en un vosotros ni en un ellos. Y
mi yo se convierte en tú o en ella cuando me identifican otros ojos.
Mi yo para el que me
ama es diferente de mi yo del que me olvida y mi yo cuando se piensa no es el
mismo que mi yo cuando se observa. Y entre realidad e irrealidad deduzco que la
suma de tantos yos, con tan diferentes prismas, me impide hablar de alguien a
quien definitivamente no conozco.
Menos mal que me queda eso de pienso luego existo...
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