A los hijos que nunca tuve...
El hijo que no tengo entra en mi cuarto
saltando entre montones de libros por el suelo
y me pide: "Papá, juega conmigo";
y yo no sé qué hacer porque es difícil
negarle nada a un niño que no existe.
Lo malo es que a su madre le enfada que me ensucie
la ropa de ternura.
—que luego hay que lavarla.
Pero a escondidas, él y yo,
con ceras de colores, dibujamos
una ciudad perfecta
o hacemos un volcán con arena de playa,
un volcán de verdad, con fuego y todo.
Y viene a ser lo mismo que otro padre
jugando con su hijo: una emoción muy honda
y un fondo de tristeza.
A ese otro hombre
le duele recordar que con el tiempo
su hijo acabará marchándose;
a mí saber que siempre
habrás de estar conmigo.
Enrique García-Maiquez
miércoles, 27 de abril de 2011
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