Porque aprendí tarde el dolor de la vida
tanta felicidad no podía ser eterna.
Otros habían sido abatidos desde temprano.
Conocía que los malos hados vendrían a buscar parte de mi dicha.
Hoy les agradezco que sólo se llevaran
un corazón enamorado.
Podía haber sido parte de mi hígado,
de mi cabeza o de mi razón.
¿Qué hacéis hados con mi corazón
en otro Olimpo? Estaba algo cansado
y no os sirve para nada.
Devolvedlo a este cuerpo errante y abandonado.
No os equivoquéis, no lo necesita para amar.
Siguió amando con médulas y sangre.
Pero este muñeco de hojalata
necesita que vuelva para marcarle
ese tic tac antiguo de la vida.
Y con ello tener la certeza
de que me habéis perdonado y no volveréis,
envidiosos, a llevaros de nuevo el fruto conseguido.
En ese caso, llevaos esta vez, mis ojos.
La luz de otros me acompaña.
sábado, 2 de octubre de 2010
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