domingo, 30 de agosto de 2009

Las tres rejas

El joven discípulo de un filósofo sabio llega a casa de éste y le dice:
- Oye, maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia...
-¡Espera! -lo interrumpe el filósofo-.¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
-¿Las tres rejas?

-Sí. La primera es la verdad.









-¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
-No. Lo oí comentar a unos vecinos.
-Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad.








-¿Esto que deseas decirme es bueno para alguien?
-No, en realidad no. Al contrario...
-¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad.












-¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
-A decir verdad, no.
-Entonces -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido.

Anónimo

domingo, 23 de agosto de 2009

Bendito septiembre

Este viernes pasado decido levantarme, desayunar y no hacer absolutamente nada en mi casa, ponerme el bikini y a la playa " del tirón".Se terminan las vacaciones y hay que aprovechar los cuatro días que me quedan.Decido parar a comprar una revista para leer en la orilla de la playa, sentada en mi butaca y disfrutando de la brisa del mar.Aún es temprano y no tengo problemas para aparcar.Cojo la silla y la bolsa y comienzo a andar hacia la bajada.Al llegar compruebo que más de cinco mil almas han decidido lo mismo que yo y me encuentro una playa abarrotada, llena hasta la bandera. Bueno, no me desanimo, buscaré un hueco... hueco que encuentro casi en la misma orilla.No está mal, aunque la marea comienza a subir.Coloco la silla, dejo caer la bolsa y en esto diviso a unos diez metros a una familiar, a la que me acerco a saludar. A los cinco minutos me despido y al volverme compruebo estupefacta que mi silla ha sido rodeada por seis personas mayores que no han tenido ningún miramiento o puede darse el caso, pienso, que mi silla y toalla tengan poderes sobrenaturales y en momentos se vuelvan invisibles, ya que hasta tengo que pedirle a una señora( tratamiento este que no sé si es el más adecuado en estos instantes)que levante su silla para sacar el asa de mi bolsa de playa que se había quedado cogida debajo.¡Os podéis hacer una idea de cómo se me habían tirado encima! Dispuesta a que nadie me amargue la mañana, me retiro hacia el hueco que ha dejado mi familar que ya se marchaba.
Ya estoy sentada, y cuando me dispongo a reclinar la cabeza sobre el respaldo otro grupo de personas mayores hace su incursión por el flanco derecho y se sitúan a un metro escaso.Decido no comentar nada y saco mi revista recién comprada.
Primera página, editorial de la directora en el que expone lo feliz que está porque llega septiembre y vuelve al trabajo¡¿?!Su teoría es que la vuelta es su barómetro de la felicidad y si está contenta es porque es feliz con su vida.Y está contenta de volver a su ciudad porque es la que ha elegido para vivir, y de ver a sus amigos porque son los que ha elegido tener y querer...en fin, cierro la revista y mirando al mar( lo que puedo verlo con ese centenar de personas que me impiden una visión clara)comienzo a pensar en esta idea, pero por poco tiempo, ya que el grupo que hizo su incursión por el flanco derecho decide ponerse en pie y hablar y hablar sobre su cena de anoche, que ha llamado fulanito o menganita, que si fuimos al restaurante de Maruja, y yo allí, de nuevo rodeada por voces y sombras que me impiden tomar el sol y descansar un rato. Aguanto un par de horas estoicamente y me marcho a casa.

Esa noche voy a un concierto en Cádiz.Sole Giménez y su nuevo álbum Dos gardenias.Espectacular el castillo de Santa Catalina, la voz de la solista, los músicos que la acompañan y la versión de los boleros de toda la vida y las canciones de autores como Fito Páez o Serrat ,versionadas.Un lujazo de puesta de sol en las murallas del castillo, reflejos en las barquitas y en la playa de la Caleta.
Al salir del concierto, Arbaro sigue haciendo fotos con su cámara.Hay un instante en que apoyo los brazos sobre la muralla, me reclino y dejo caer la cabeza sobre las piedras.Y vuelve la editorial de esa mañana a mi cabeza.
Pues sí, señora directora, tengo la suerte de vivir en una ciudad pequeñita al lado del mar, no tengo que desplazarme en verano para disfrutar de unas vacaciones, está en una bahía que muestra todas las tardes de verano uno de los atardeceres más impactantes del mundo,tengo la suerte de tener mi casa relativamente cerca de este mar que me envuelve y puedo pasear por estas orillas desde mayo hasta bien entrado el mes de noviembre porque nuestro clima lo permite, tengo la suerte de que la mayoría de mis amigos y familiares viven aquí y los puedo ver durante todo el año, los he elegido y ellos me han elegido a mí y jugamos al dejarnos querer y a tener que querer, y lo del trabajo, gracias a Dios que hay, guste más o menos, en estos tiempos,repito, gracias a Dios que hay. Así que, sí señora, hay que volver a trabajar, pero todavía podré disfrutar de playas casi desiertas, de paseos interminables por la orilla casi despejada, de chiringuitos en los que no hay que pedir número para tomarte una cerveza, de aparcamientos en el centro de mi ciudad para todos, de la compra en el supermercado sin tener que guardar una cola interminable, de alguna tarde de playa con tumbona y silencio, de mi hija jugando con las olas sin tener que pensar en ponerle un chip en su muñeca para poder detectarla entre esa marea humana...que nadie de los que veranean en mi ciudad se moleste,perdónenme, pero desde el fondo de mi corazón me alegro de que usted esté tan contenta de volver a su ciudad de origen, y espero que todos sus lectores y lectoras también.Por mi parte... ¡bendito septiembre!


Instantánea del atardecer del viernes en la Caleta.Creo que no he exagerado sobre la belleza de estas puestas del sol en mi tierra. Autor ARBARO

lunes, 10 de agosto de 2009

You've got a friend

En unos días completamente Arbatán allá por finales de abril,días de bajón físico y moral,le comenté a un ángel de esos que me acompañan que me buscase una canción que me encantaba.Hacía tiempo que no la escuchaba y yendo en el coche conduciendo comenzó a sonar.Me la envió por correo con unas palabras de cariño preciosas.Hoy ese ángel me ha vuelto a hacer un favor y vuelvo a estar conectada a la tecnología gracias a sus gestiones, pues el ordenador que tenía decidió morir este verano.

La canción la escribió Carole King y está cantada por tres grandes: Gloria Stefan, Celine Dion y Shania Twain, grandes entre las grandes.
Una música que dice y una letra que dice mucho más: You've got a friend.

Deseo que en vuestros días difíciles sea tan fácil llamar a un amigo.¡Que la disfrutéis!

Para vosotros dos,a ti por las gestiones en tu primer día de vacaciones, y a ti por tu ayuda sin la que no hubiese sido posible que hoy escriba desde mi nuevo ordenador.

A veces, un simple GRACIAS no es suficiente.
Os quiero


domingo, 2 de agosto de 2009

Rojo sobre blanco

Mario se incorporó de un salto en el mismo instante en el que sonó el timbre del despertador. Un tanto desorientado, se dirigió medio sonámbulo hasta el baño. Se paró en seco ante el espejo y con la mirada perdida dedicó unos segundos a observarse mientras apoyaba sus manos en el lavabo. Lo que vio no fue de su agrado, así que tomó el cepillo de dientes y la pasta para el lavado matinal de su boca. Con el tubo en la mano, apretó con fuerza la boquilla y la pasta blanca brotó con fuerza, volando y desapareciendo. Embobado miró el lavabo, el grifo y el espejo, buscando los restos del dentífrico. Había desaparecido. Un pensamiento lo atravesó como un rayo. Como Paola. Había desaparecido como lo había hecho ella de su vida, de un salto, dejando las sábanas blancas de su cama tan vacías como el cepillo que todavía aguantaba entre sus dedos esperando su ración de pasta de dientes. Ella había saltado de su vida al igual que ese trozo de pasta que buscaba ahora con el mismo sentimiento de estupidez que lo había embargado la tarde que llegó a casa y comprobó que ella se había marchado. Tenía que haber sospechado antes que todos esos comentarios de Paola sobre aquel nuevo compañero de trabajo se habían hecho cada vez más asiduos, haber preguntado por las llamadas que recibía en el móvil, por aquellos mensajes que durante la madrugada avisaban con su melodía característica de entrada y que siempre, argumentaba Paola, pertenecían a alguien que se había equivocado. Su seguridad en su relación, la rutina , los años en común, el cansancio del trabajo diario se habían asentado en su vida. Amanecía y anochecía con el mismo aire. Sin embargo, tenía la idea de que todo marchaba sobre ruedas, todo iba bien. Aunque las miradas de reojo habían desaparecido, la mano apoyada en su pierna viendo una película en el sofá se había resbalado, los abrazos de buenos días habían disminuido y los te quieros dejaron de pronunciarse, todo iba bien para Mario que envuelto en el quehacer diario caminaba por la vida seguro. Hasta aquella tarde en la que el silencio de la casa le anunció lo que su cerebro negaba en los últimos meses.

Y allí estaba esa mañana ante el espejo, con el cepillo de dientes en una mano y el tubo de la pasta en la otra, buscando una porción de dentífrico perdido. Busacaba como había buscado a Paola entre todos los recuerdos comunes, entre sus vivencias, entre las pocas pertenencias que había abandonado antes de marcharse, intentando desesperadamente comprender ese abandono. De repente, vio la maldita porción blanca que había saltado pegándose a un azulejo del baño. Miró esa pequeña forma de babosa blanca que a traición le había hecho recordar a Paola. Y la eliminó. Como quería haber eliminado a Paola aquella tarde, de un manotazo. Limpió la baldosa y se enjuagó las manos. Cogió el cepillo verde de ella, que todavía descansaba en el vaso de cristal, y lo tiró a la papelera. El mismo camino siguió el tubo de pasta dentífrica de color blanco. Se sintió mucho mejor. Volvió al dormitorio y ,aunque se le estaba haciendo tarde, tiró de las sábanas blancas. Maldito color. Las tiró y vistió la gran cama, enorme desde que el espacio de ella estaba desocupado, con unas sábanas blancas y rojas de rayas. Terminó de vestirse y salió dando un portazo.

Ya en el ascensor, apretó el botón del bajo y apuntó mentalmente que esa tarde a la salida del trabajo tendría que pasar por el supermercado para comprar un tubo nuevo de pasta, de color, cualquier color y sabor, rojo fresa , verde mentol o azul frescor de los polos. Abrió la puerta del portal y salió a la calle. La señal de stop de la esquina y sus colores le hicieron sonreír, el camión de Coca-Cola que se paró para cederle el paso le ensanchó la sonrisa. En un impulso sacó el alfiler de su corbata y se pinchó la yema del dedo índice. En un segundo brotó una gota de sangre roja. Dirigió el dedo hacia su camisa blanca e impoluta y marcó de rojo ese lienzo inmaculado y aburrido.Soltó una carcajada. Compraría un tubo de Signal, de pasta de rayas rojas y blancas, como sus sábanas, como su camisa, como su nueva vida.